Cuentos Lispector

Páginas: 53 (13157 palabras) Publicado: 11 de diciembre de 2012
LISPECTOR, Clarice (1995). Lazos de familia. Montesinos.

DEVANEO Y EMBRIAGUEZ DE UNA MUCHACHA

Le parecía que por la habitación se cruzaban los autobuses eléctricos, estremeciendo su imagen reflejada. Estaba peinándose lentamente frente al tocador de tres espejos, los brazos blancos y fuertes se erizaban en el frescor de la tarde. Los ojos no se abandonaban, los espejos vibraban oraoscuros, ora luminosos. Allá afuera, desde una ventana más alta, cayó a la calle una cosa pesada y fofa. Si los niños y el marido estuvieran en casa, se le habría ocurrido la idea de que se debía a un descuido de ellos. Los ojos no se despegaban de la imagen, el peine trabajaba meditativo, la bata abierta dejaba asomar en los espejos los senos entrecortados de varias muchachas.
«¡La Noche!», gritó elvoceador al viento blando de la calle del Riachuelo, y algo presagiado se estremeció. Dejó el peine en el tocador, cantó absorta; «¡Quién vio al gorrioncito... pasó por la ventana... voló más allá del Miño!», pero, colérica, se cerró en sí misma dura como un abanico.
Se acostó; se abanicaba impaciente con el diario que susurraba en la habitación. Tomó el pañuelo, trató de estrujar el bordado ásperocon los dedos enrojecidos. Comenzó a abanicarse nuevamente, casi sonriendo. Ay, ay, suspiró riendo. Tuvo la imagen de su sonrisa clara de muchacha todavía joven, y sonrió aún más cerrando los ojos, abanicándose más profundamente. Ay, ay, venía de la calle como una mariposa.
«Buenos días, ¿sabes quién me vino a buscar a casa?», pensó como tema posible e interesante de conversación. «Pues no sé,¿quién?», le preguntaron con una sonrisa galanteadora unos ojos tristes en una de esas caras pálidas que a cierta gente le hacen tanto mal. «María Quiteria, ¡hombre!», respondió alegremente, con la mano en el costado. «Si me lo permites, ¿quién es esa muchacha?», insistió galante, pero ahora sin rostro. «Tú», cortó ella con leve rencor la conversación, qué aburrimiento.
Ay, qué cuarto agradable,ella se abanicaba en el Brasil. El sol, preso de las persianas, temblaba en la pared como una guitarra. La calle del Riachuelo se sacudía bajo el peso cansado de los autobuses eléctricos que venían de la calle Mem de Sá. Ella escuchaba curiosa y aburrida el estremecimiento de la vitrina en la sala de visita. De impaciencia, se dio el cuerpo de bruces, y mientras tironeaba con amor los dedos de lospies pequeñitos, esperaba su próximo pensamiento con los ojos abiertos. «Quien encontró, buscó», dijo en forma de refrán rimado, lo que siempre le parecía una verdad. Hasta que se durmió con la boca abierta, la baba humedeciéndole la almohada.
Despertó cuando el marido ya había vuelto del trabajo y entró en la habitación. No quiso comer ni salir de sus ensoñaciones, y se durmió de nuevo; el hombreque se las arreglara con las sobras del almuerzo.
Y ya que los hijos estaban en la finca de las tías, en Jacarepaguá, ella aprovechó para amanecer rara; confusa y leve en la cama, uno de esos caprichos, ¡no se sabe por qué! El marido apareció ya vestido y ella no sabía qué había hecho para su desayuno; ni siquiera le miró el traje, si había o no que cepillarlo, poco le importaba si hoy era eldía en que se ocupaba de negocios en la ciudad. Pero cuando él se inclinó para besarla, su levedad crepitó como una hoja seca.
—¡Vete!
—¿Qué tienes? —le preguntó el hombre, atónito, ensayando inmediatamente una caricia más eficaz.
Obstinada, ella no sabía responder, estaba tan tonta y principesca que no había siquiera dónde buscarle una respuesta.
—¡Cuidado con molestarme! ¡No vengas a rondarmecomo un gato viejo!
Él pareció pensarlo mejor y aclaró;
—Muchacha, estás enferma.
Ella lo aceptó, sorprendida, lisonjeada. Durante todo el día se quedó en la cama, escuchando la casa tan silenciosa, sin el bullicio de los niños, sin el hombre que hoy comería en la ciudad. Durante todo el día se quedó en la cama. Su cólera era tenue, ardiente. Sólo se levantaba para ir al baño, de donde...
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