Cuentos Malévolos. Clemente Palma

Páginas: 130 (32277 palabras) Publicado: 19 de marzo de 2013
CUENTOS MALÉVOLOS
Clemente Palma
LOS CANASTOS
Entre hacer un pequeño servicio que apenas labre huella en la memoria del beneficiado
o un grave daño que le deje profundo recuerdo, elegid lo segundo. Os contaré lo que me
sucedió una tarde de invierno con un pobre hombre llamado Vassielich.
Os juro que yo soy bueno, que soy un buen padre de fami lia, pero coló en la época en
que hay sol eneste cielo brumoso. ¡Oh!, la bruma invernal me hace daño y me convierte
en malvado. Si yo fuera, poppe, en verano rendiría culto a Dios, pero en invierno le
volvería la espalda y me entregaría a darle gusto al diablo. En el invierno le amo, siento
que se introduce en mi ser, que estruja mi espíritu y aviva el fuego de mis malos instintos;
entonces me siento nihilista, capaz de ser ladrón yasesino;, lo rojo me excita, y lo afilado
y lo agudo me fascinan. Cuando llega la época de las primeras nevadas, mi mujer me.
dice: "Marcof, padrecito mío, ya las malas ideas comienzan a fulgurar en tus ojos. Ya
viene el tiempo en que no vives sino gruñendo y blasfemando, en que nos aporrea a tus
hijos y a mí. Mira, no te alejes de la estufa, porque el hielo te hace malvado..." Pero decía
hacepoco que iba a referiros una aventura que tuve: ya lo había olvidado. Escuchadme:
Iba yo una tarde caminando, con 'mi pipa en la boca, por un largo y estrecho puente. Un
carretero sordo llamado Vassielich seguía el mismo camino que yo, conduciendo en su
carro más de veinte canastos de pescado fino, que diferentes due ños le hablan
comisionado que llevara al mercado para la venta del siguientedía. El carro, a causa de la
curvatura del puente, se inclinaba hacia el borde derecho, pero no había peligro de que
cayese, porque el pretil era suficientemente alto para impedir la caída. Con todo, hubiera
querido darle un buen susto a Vassielich. Creedme que no soy malo, pero deseaba con
toda mi alma darle un susto, aunque no fuera sino arrojarle con ca rreta y todo al río, De
repente, lacuerda que sujetaba los canastos rompió o desató... A fe que sentí un vuelco en
el corazón. El puente es estrecho y largo, el carro caminaba despacio y saltaba mucho, el
suelo del puente tiene una inclinación sensible del centro hacia los bordes... A los pocos
segundos, ¡pum!, uno de log canastos se desprendió, cayó pesadamente sobre el pretil y
desde allí se precipitó al río. Lo vi caer y una vozmuy débil murmuraba dentro algo así
como: "avisa a ese infeliz carretero que su carga se va al río". Pero el invierno me gritaba
más alto: "cállate, hombre, y limítate a mirar, ¿no es curioso y entretenido ver caer veinte
canastos, uno detrás de otro, como una manada de estúpida; carneros?" Y la verdad es
que preferí esto. Cierto que Vassielich, un buen hombre que jamás me había hecho dañoalguno, iba a sufrir mucho con esta desgracia, pero ¿a mí qué me importaba?, ¿perdía yo
algo con el desastre de Vassielich? No; al contrario, ganaba una diversión durante el
trayecto del puente, que tiene unos cien metros de largo–. Callé y vi caer la segunda
canasta, luego la tercera y la cuarta, y la quinta y otras muchas. El pobre Vassielich, sea
porque fuera sordo, o porque iba distraído,no advirtió el ruido delicioso de los canastos
al romper la superficie ondulosa del río, haciendo saltar chorros de espuma. El caballo
advirtió mejor lo que pasaba, pues, al sentir el carro menos pesado, aligeró el paso.
Cuando llegamos al término del puente, corrí hacia la carreta:
–¡Eh, Vassielich, amiguito!

El carretero no me oía; tuve que avanzar más y tocarle la pierna con el extremode mi
pipa, gritándole:
–¡Vassielich! ¡Vassielich!
–¡Eh!, ¿qué deseas? Tengo prisa...
–¡Ay, padrecito, no la tengas ya! Voy a comunicarte una gran desgracia.
–¡Dios de Dios! ¿Ha muerto Ivanowna, mi mujer?
–No, te juro que no; es algo peor y de más trascendencia social.
–¿Ha muerto el Zar?
–¿Eh? ¡así reventara!...
–Habla, habla...
–Pues, detén el carro, que es algo grave lo que voy a...
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