Cuentos

Páginas: 67 (16613 palabras) Publicado: 14 de octubre de 2009
H. P. Lovecraft
LA CIUDAD SIN NOMBRE

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Cuando me aproximé a la ciudad sin nombre, comprendí que estaba maldita. Recorría un valle terrible y reseco a la luz de la luna, y la vislumbré a lo lejos, resaltando de forma increíble sobre la arena, tal como los miembros de un cadáver podrían sobresalir de una tumba poco profunda. El miedo se albergaba en ese vetusto superviviente del diluvio, esatatarabuela de la más antigua de las pirámides; y había un aura invisible que me rechazaba, instándome a renunciar a los antiguos y siniestros secretos que ningún hombre debe contemplar, y a los que ningún hombre había osado nunca acercarse.
La ciudad sin nombre se halla perdida en lo más profundo del desierto de Arabia, desmantelada y en ruinas, C()n sus bajos muros ocultos por las arenas deincalculables edades. Debía estar en tal estado ya antes de que colocasen la primera piedra de Menfis, y mientras los ladrillos de Babilonia estaban aún por cocer. No hay leyenda tan antigua como para recoger su nombre o recordar cuando aún estaba viva, pero se la menciona en susurros en torno a los fuegos de campamento y es mentada por las abuelas en las tiendas de los jeques, por lo que todas las tribusla evitan sin saber muy bien por qué. Fue con este lugar que Abdul Alhazred, el poeta loco, soñó la noche anterior a cantar su inexplicable pareado:

«Que no está muerto lo que puede yacer eternamente, Y en los eones por venir aun la muerte puede morir. »

Debí haber sabido que los árabes tenían buenas razones para evitar la ciudad sin nombre, la ciudad citada en extraños cuentos, pero nunca vistapor hombres vivos; sin embargo, yo los desafié, adentrándome con mi camello en el desierto no hollado. Tan sólo yo la he visto, y es por eso que ningún otro semblante luce unas líneas de miedo tan espantosas como las mías, por lo que ningún otro hombre tiembla de una forma tan horrible cuando el viento nocturno hace estremecer las ventanas. Cuando la descubrí en esa horrible quietud de sueñoeterno, me miró estremecida por los rayos de una luna fría en mitad del calor del desierto. Y, al devolver la mirada, se esfumó la alegría de hallarla, y me detuve con mi camello a la espera del alba.
Aguardé cuatro horas, hasta que el este viró al gris y las estrellas se esfumaron, y el gris se tornó claridad rosácea ribeteada de oro. Escuché un lamento y vi una tormenta de arena que se arremolinabaentre las antiguas piedras aunque el cielo estaba claro y los vastos horizontes del desierto calmos. Entonces, de súbito, sobre el lejano borde del desierto, se alzó el ardiente filo del sol, entrevisto a través de la pequeña tormenta de arena que ahora se alejaba, y en mi febril estado creí que, desde alguna profundidad remota, se alzaba un musical estruendo metálico para saludar al fiero disco,tal y como Memnón lo saludaba a orillas del Nilo. Mis oídos zumbaban y mi imaginación se desbocaba según guiaba lentamente a mi camello por las arenas hacia aquel anónimo lugar de piedra; ese lugar demasiado viejo para que Egipto y Meroe pudieran recordarlo; el lugar que sólo yo, entre toda la humanidad, he contemplado.
Merodeé de un lado para otro, entre los informes cimientos de casas ypalmeras, sin encontrar ni una talla o inscripción que hablase de aquellos hombres, si hombres eran, que construyeran la ciudad y viviesen en su interior tanto tiempo atrás. La antigüedad del sitio resultaba malsana y porfié en la búsqueda de algún signo o aparato que probase que la ciudad, en efecto, era obra de la humanidad. Ciertas proporciones y dimensiones de las ruinas me disgustaban. Acarreabaconmigo algunas herramientas y excavé generosamente entre los muros de los edificios en ruinas; pero los progresos eran lentos y no apareció nada de relevancia. Cuando volvieron la noche y la luna, sentí un viento frío que traía miedos nuevos, así que no me atreví a continuar en la ciudad. Al abandonar las antiguas murallas para la pernocta, un pequeño torbellino de arena se abalanzó a mis espaldas,...
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