cuentos
Es un hombre joven, debe andar como mucho por la treintena, va siempre
cargado con un hatillo informe donde parece que guarda trapos viejos, mantas
para protegerse de las noches a la intemperie y seguramente algunas cosas
más (un vaso, un tenedor, una navaja multiusos) que le serán útiles en esa
vida al margen de todo que lleva.
Me llama la atención quesiempre que me lo cruzo está escribiendo, a
veces en unas libretas pequeñas, como las que llevan los camareros para
tomar nota de las comandas, y otras lo hace por los reversos de hojas
impresas que se encontrará por ahí o que a lo mejor le suministra una
secretaria de una gestoría.
Escribe muy deprisa, como si tuviese que contar las cosas rápidamente, antes
de que vengan ainterrumpirle los guardias, los servicios sociales o los testigos
de Jehová que querrán darle un baño, un corte de pelo, vestirlo con un traje
color crema y ponerlo a decir “aleluya” los domingos en el altar.
A veces, he pensado que a lo mejor es un genio y lo que contiene esos papeles
una gran obra que seguramente se perderá por los vertederos de la miseria. Sé
que es unatontería pero me gusta fantasear con ella, como a los que creen en
la reencarnación les pone cachondos imaginarse reencarnados en el Che
Guevara, en Jimi Hendrix o en Jesucristo. Nunca en el charcutero de la esquina
que también se murió y al que, que puestos a creer en cuentos, le corresponde
también su reencarnado, vamos digo yo.
No habla con nadie, se busca un rincón yescribe. De pie como Fernando
Pessoa, o en cuclillas como un faquir. Me han dado más de una vez, ganas
de mirar por encima por ver si pillo alguna frase, por si estuviera haciendo una
crónica brutal sobre lo que ven sus ojos cada día y sobre lo que se siente cada
noche en esa soledad tan grande, tan completa. Podría haberlo hecho porque
no está muy atento a los transeúntes, ensimismado en su rapto literario, pero
siempre pienso que mejor no, que es posible que lo único que contengan esos
papeles sean balbuceos o, peor; poesías rimadas, o aún peor; que como en la
película aquella de Stanley Kubrick, en la que el actor Jack Nicholson
interpretaba a un escritor grillado que se había ido a pasar el invierno a un hotel
desierto de la nieve y que ledecía a la parienta que necesitaba paz para
escribir, y la parienta se tranquilizaba mucho, porque ya sabía ella que su
marido estaba como una cabra y que su hijito tampoco andaba muy fino, se
tranquilaba digo, la parienta escuchando cada noche el sonido de las teclas de
la máquina de escribir. Mira, pensaría, si está liado con su obra maestra
todavía hay esperanza, pero un día seasoma la parienta a los cientos de folios
que había sobre la mesa de trabajo del baranda y sólo encuentra repetida de
manera terrorífica, casi como en las novelas de Thomas Bernhard, una frase,
siempre la misma, idéntica y única frase.
Pues eso, que prefiere uno dejarlo en paz a este hombre y respetarlo, como
hace él con todo el mundo. Porque, otra singularidad suya,jamás habla con
nadie ni pide nada a nadie.
Una vez lo llamó una señora muy pía, que viéndolo cargado con esos bártulos
sobre la espalda, debió de compadecerse del muchacho, como si viera en él al
mismísimo Jesús en su vía crucis. Le ofreció unas monedas y algo de comida,
unas frutas que llevaba en la cesta de la compra. Nuestro amigo estaba
bastante sorprendido, peroaceptó el regalo y escribo regalo porque así fue
como lo aceptó, no como una limosna. Dio las gracias y siguió su camino. Fue
la primera vez que le vi la cara, con churretes y todo eso, claro, pero enseguida
me cayó bien.
Antes de irse, me hizo una seña, como diciendo tú también vas a colaborar en
algo o qué, encogí un poco los hombros y no diría yo que nos saludáramos,...
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