Cuentos
Si no lo hubiese pensado antes, es posible que ahora no estuviese vivo. Para Andrés era difícil salir de aquella casa, porque había pasado en ella los mejores momentos de su vida, pero todo acabó truncándose cuando su mujer falleció de forma inexplicable. El matrimonio, ya mayor, adquirió la casa hacía 65 años a una familia algo extraña que quería deshacerse de ella decualquier modo. Por ello consiguieron un gran precio, y hasta la fecha, nunca habían conseguido saber la razón de tanta prisa. En el pueblo se comentaba que la casa estaba maldita, y al principio esa era la aparente razón de que se marchasen, pero lo cierto es que en 65 años nunca había ocurrido nada extraño, por lo que al poco tiempo esa idea desapareció de sus cabezas. No obstante, ya hacía unaño de la muerte de su mujer, y fue entonces cuando todo empezó a cambiar. La gente pensaba que estaba loco, y que la razón de ello era la pérdida de la mujer amada, pero no era así. Lo que Andrés estaba viviendo era real como la vida misma. Esos malditos espíritus que siempre subían y bajaban las escaleras le ponían los pelos de punta. Nunca repararon en él, pero cada vez más, se fue dando cuentade que sabían que estaba allí, y empezaron a entrar más y más espíritus cada vez. Esto lo llevó a tener que marcharse, pero cuando se quiso dar cuenta, no tenía dónde ir. No existía nada fuera de aquella casa. La razón era que el verdadero espíritu era é mismo, y lo que veía eran personas normales.
El amuleto
Eduardo y su mujer, Maite, vivían en una agonía constante. Su hijo Nico, de 5 años,hacía tres meses que había facellico frente a los ojos de estos, junto al colegio al que iban a recogerle todos los días. Posteriormente a esta desgracia, la vida del matrimonio se basaba en peleas, discusiones y visitas a psiquiatras semanales.Un domingo por la mañana, Eduardo asistió a un mercado de gitanos y mercaderes. Hubo una extraña pieza de orfebrería que atrajo su atención y se acercó ahablar con la mujer. Era vieja, picuda y de tez oscura. Esta comenzó a hablarle como si le conociese de toda la vida:–Páh sus desgracias, que pocas no son, debe ustéh comprar este amuleto. Si lo agita y cierra los ojos mientras pide un deseo, podrá conseguir aquello que ustéh más anhela. Pero tenga cuidaoh, pues sólo tiene dos oportunidadeh, y debe dar muchah explicacioneh mentaleh cuando piense ensu deseo, si no lo hace podría cumplirse múh malamente. Después del segundo deseo perderá su efecto pah siempre–.Eduardo la miró sorprendido. Había oído hablar mil y una veces de leyendas acerca de gitanas que podían interpretar manos, o incluso miradas y saber que algo no funcionaba bien en la mente de uno. Él sencillamente quería atribuirlo a una simple “psicología de la vida”. Sin embargo,sacó su billetera, y sin rechistar, pagó una buena suma por ella. La misma noche se lo enseñó a su mujer y esta le regañó por haberse dejado tal cantidad de dineroen algo que ella consideraba una superstición medieval –parece mentira!– se quejó ella, –nunca has sido creyente en estas tonterías y ahora resulta que le crees a la primera gitana mentirosa que te adivina un par de cosas. ¡Estás tonto,anda, dame eso! –.Maite, enfurecida, agarró el talismán y se encerró en su cuarto a llorar. Eduardo sencillamente se quedó dormido en el sofá. Pasaron las horas y cayó la noche. De repente, alguien llamó al timbre de su casa. Maite se despertó y a esta le sobró velocidad para alcanzar el recibidor de la casa, lugar en el que Eduardo ya estaba de pie, temblando, y sin atreverse a mirar por la mirillade la puerta. Un escalofrío de miedo recorrió su cuerpo al mismo tiempo que un presentimiento al oír unos extraños graznidos infantiles que venían del otro lado de la puerta.-Dios mío, ¡Maite, dime qué no lo has hecho! ¡Dime qué no has pedido la vuelta de nuestro hijo sin antes haber dado más detalles a la hora de formular el deseo! ¡Hace ya tres meses que murió! ¿No has pensado en su estado de...
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