Cuentos
En tiempos remotos, bajo la brisa del océano y los desiertos del lejano oriente, se escuchó durante semanas una misma frase, nunca antes o después tan repetida.
—¡Más vale que el príncipe recupere la cordura, si no...!
Si no lo que sucedería sería algo tan terrible, que nadie se atrevía a completarla. El monarca era ya anciano y tenía un solo hijo y heredero, el único quepodría impedir una guerra sangrienta por el poder tras su muerte. Pero sobre el príncipe parecía pesar una terrible maldición, pues por las noches, cubierto por una túnica oscura, abandonaba el palacio para dirigirse en solitario al desierto.
Nadie conocía la razón de esta extraña conducta, pero sí fueron muchos los que, al cruzarse con él en su salida, le escucharon susurrar:
—Aquí está yaaguardando a que suceda lo que desean, noche tras noche, los días. Los días sueñan que son realidad. Tú y yo, sol y luna, ¿dónde te encuentras? «En la única flor que existe en el desierto» dijiste. Grande es mi dolor, pues no logro encontrarla.
Y tras decir esto, el príncipe abandonaba la ciudad y se perdía en la distancia hasta la mañana siguiente. Pero un día no regresó. Se organizaron batidas paraencontrarlo, se avisó a todas las caravanas de mercaderes, a los habitantes de los oasis, a los reinos vecinos, pero nadie volvió a saber nunca nada de él y, a la muerte del soberano, estalló la tan temida guerra. Fueron tiempos difíciles en los que muchos murieron hasta que un nuevo rey se sentó en el trono. Con él regresó la paz, pero los años transcurrieron y también él tuvo un únicodescendiente, que curiosamente, repitió el proceder del príncipe anterior.
No obstante, esta vez alguien se interpondría para evitar idéntico desenlace, alguien con nombre de mujer, Iráia.
Iráia era una sirvienta de palacio muy hermosa. Tenía muchos pretendientes, pero ni sus ojos ni menos su corazón se habían fijado nunca en alguno de ellos, pues pertenecían a otro hombre.
Nadie puede elegir de quién seenamora, ya que en esto es único dueño y señor el corazón, y él nada sabe de las complejidades y costumbres humanas. Él sólo ve personas, y en su simplicidad, no distingue entre príncipes o criados, aunque ello pueda acarrear, como en este caso, un profundo sufrimiento.
El rey leñado
Krosiac el leñador tuvo un día que internarse más de lo acostumbrado en el bosque. Había recibido un pedidopara el que, con el fin de satisfacerlo, iba a necesitar talar varios árboles de una especie muy rara y difícil de encontrar. Como se le había prometido una buena suma por ellos, y su situación económica era más bien precaria, sin pensarlo dos veces aceptó.
Había partido por la mañana temprano y ahora que caía la noche sin haber hallado lo que buscaba, comenzaba a arrepentirse. En esta empresa,contando con la suerte a su favor, invertiría por lo menos dos días más. Uno para talar, y otro para regresar. Comenzó a pensar que no había sido tan buena idea como le había parecido al principio. En cinco días de trabajo corriente hubiera ganado lo mismo que tras el término de esta aventura. No se habría cansado tanto ni tampoco correría el riesgo de perderse entre la frondosidad.
—¡Quién memandaría a mí meterme en este berenjenal! —gruñó el leñador—. ¡Esperemos que al menos no olvide el camino de vuelta!
Mientras buscaba un refugio donde pernoctar, un cuervo negro como el manto de la noche graznó. Luego, desde lo alto de una rama, se dirigió al leñador diciéndole:
—Aunque cien años pasen, el regalo de un malvado siempre cobra un precio elevado.
—¿Por qué dices eso? —preguntó intrigadoKrosiac.
—Ten cuidado, leñador —dio por toda respuesta el cuervo, quien, tras decir esto, levantó el vuelo y se alejó.
—Lo que me faltaba —suspiró Krosiac—. Es de noche, estoy medio perdido y a los cuervos se les da por formular enigmas. ¿Qué más se puede pedir?
Siguió andando un trecho hasta que le pareció divisar una gruta, parcialmente cubierta por arbustos, en los pies de una pequeña...
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