Cuentos

Páginas: 19 (4526 palabras) Publicado: 22 de octubre de 2015
 
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La agonía del Rasu-Ñiti 
Estaba tendido en el suelo, sobre una cama de pellejos. Un cuero de vaca colgaba de uno de los maderos del techo. Por la única ventana que tenía la habitación, cerca del mojinete, entraba la luz grande del sol; daba contra el cuero y su sombra caía a un lado de la cama del bailarín. La otra sombra, la del resto de la habitación, era uniforme. No podía afirmarse quefuera oscuridad; era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana; los cuyes, cuando salían algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio. La habitación era ancha para ser vivienda de unindio.Tenía una troje. Un altillo que ocupaba no todo el espacio de la pieza, sino un ángulo. Una escalera de palo de labras servía para subir a la troje. La luz del solalumbraba fuerte. Podía verse cómo varias hormigas negras subían sobre la corteza del labras que aún exhalaba perfume.—El corazón está listo. El mundo avisa. Estoy oyendo la cascada deSaño. ¡Estoy listo! Dijo el danza’ rasa mito

“Se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero en que guardaba sustraje de danza ’ y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar lastijeras .Los pájaros que se espulgaban tranquilos sobre el árbol de molle, en el pequeño corral de la casa, se sobresaltaron .La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, dudaron.— Madre ¿has oído? ¿Es mi padre, o sale ese canto de dentro de la montaña? —preguntó la mayor.—¡Es tu padre! —dijo la mujer. Porque las tijeras sonaron más vivamente, en golpes menudos. Corrieronlas tres mujeres a la puerta de la habitación. “rasa -Mito” se estaba vistiendo. Sí. Se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos.—¡Esposo! ¿Te despides? —preguntó la mujer, respetuosamente, desde el umbral. Las dos hijas lo contemplaron temblorosas.—El corazón avisa, mujer. Llamen al “Lurucha” y a don Pascual. ¡Qué vayan ellas !Corrieron las dos muchachas. La mujer se acercó almarido.—Bueno. ¡ Mamani
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está hablando! —dijo él— Tú no puedes oír. Me habla directo al pecho. Agárrame el cuerpo. Voy a ponerme el pantalón. ¿ Adónde está el sol? Ya habrá pasado mucho el centro del cielo Ha pasado. Está entrando aquí. ¡Ahí está! Sobre el fuego del sol, en el piso de la habitación, caminaban unas moscas negras.—Tardará aún la chirringa
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que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegueaquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando. Se puso el pantalón de terciopelo, apoyándose en la escalera y en los hombros de su mujer. Se calzó las zapatillas. Se puso el tapabala y la montera. El tapabala estaba adornado con hilos de oro. Sobre las inmensas faldas de la montera, entre cintas labradas, brillaban espejos en forma de estrella. Hacia atrás,sobre la espalda del bailarín, caía desde el sombrero una rama de cintas de varios colores. La mujer se inclinó ante el dan sal’. Le abrazó los pies. ¡Estaba ya vestido con todas sus insignias! Un pañuelo blanco le cubría parte de la frente. La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja del pantalón ,ardían bajo el angosto rayo de sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era lacasa del indio Pedro Huancara, el gran danza’ “Rasu-Ñiti”,cuya presencia se esperaba, casi se temía, y era luz de las fiestas de centenares de pueblos.—¿Estás viendo al Mamani sobre mi cabeza? —preguntó el bailarín así mujer. Ella levantó la cabeza.—Está —dijo—. Está tranquilo. — ¿De qué color es?—Gris. La mancha blanca de su espalda está ardiendo. —Así es. Voy a despedirme. ¡Anda tú a bajar lostipis de maíz del corredor! ¡Anda! La mujer obedeció. En el corredor de los maderos del techo, colgaban racimos de maíz de colores. Ni la nieve, ni la tierra blanca de los caminos, Nila arena del río, ni el vuelo feliz de las parvadas de palomas en las cosechas, ni el corazón de un becerro que juega, tenían la apariencia, la lozanía, la gloria de esos racimos. La mujer los fue bajando, rápida...
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