Culto maya

Mascarita de sangre
Rodando escalinata abajo, el cuerpo va en dirección totalmente opuesta a la del alma; el corazón en carne, aún palpitante: fuente de la sustancia más honorable que adornaría elrostro de aquél a quien había que complacer. Quizás el sacrificado dejó de tener tal deseo de ser objeto de complacencia en el mismo instante de su captura, quizás sólo le rogaba al dios que cambiarasu destino para así danzar con la multitud en vez de ser el punto de partida para tal evento, o quizás sí era su gran anhelo, si es que desde siempre había pertenecido a aquella cultura y no setrataba de un prisionero de guerra. Él era la escena principal, el clímax, el auto reconocimiento, el elemento esencial de la ofrenda. Pero ¿qué importaba ya lo que pensase, cómo atreverse a dejar a todosvestidos y alborotados después de tanta preparación con ayuno, abstinencia y purificación? El culto debía seguir en su trinidad de tiempo, espacio y tema. Además, no era el único, profesionales delculto y ayudantes se convertían en perfectos vehículos de catarsis, conformando así, una elaborada unidad en la que todos jugaban papeles importantes.
¿Qué tiempo? El que los cielos determinaran,abiertas sus puertas para la recepción, adornado por los astros y su juego de muerte. ¿Qué espacio? Un altar en las alturas; un color azul intenso cubriéndole hasta las pieles que allí yacían, inmóviles,latentes, presentes, orantes, oferentes. Razones para justificar el tema no faltarían, siempre habría de anticiparse el rito de trueque: sangre por vida, saludable vida abundante, vida fértil en suscuerpos y en sus tierras, vida digna de ser ofrecida.
Todo planeado en una unidad de tiempo y de acción…
Al arte escénico no le hace falta nada, siempre ha sido un sacrificio de la carne y del alma,actos merecedores de aplausos, de vítores, de exaltación del ego y la personalidad, acto envolvente de toda clase de seres expectantes, sintetizador de emociones en un solo lapso: “Y el cadáver era...