Culto
Esta historia, tal vez ficción, ocurre el día después de esa luna llena, naranja, que esta atrás de los árboles en el monte.
El monte que esta cerca del Pilcomayo, en la frontera, lejos de la capital de Formosa,
Desde la ventana, por el hueco que separa los postigones de madera dela única ventana entra una luz blanca.
Es el alba.
Aquí, en este rancho, el únicoreloj esta en esa luz que se cuela por la ranura.
En el cuarto duermen otras tres mujeres. Dos de ellas roncan al unísono.
Me levanto para tomar mate sola con este día de inicio.
Ha llovido anoche.
El piso de barro esta húmedo y hay algo de charco sobre las sillas del patio.
Junto el alambrado del gallinero una chancha con sus tres crías comen algo.
El perro de la casa les ladraante su indiferencia.
Las gallinas tampoco se inmutan y siguen picoteando la tierra.
Tomo dos o tres mates cuando desde el silencio irrumpen los tambores.
No vienen de lejos.
Llaman al culto.
No lo pienso.
Voy al baño, me lavo los dientes y ya estoy saliendo.
- Olga ,voy al culto...- aviso a una que se despereza.
Me llevo la cámara de fotos. Ya me voy.
En el camino encuentro tres ocuatro aborígenes Pilagas.
Saludan.
Uno pregunta de donde vengo.
Es la primer vez que camino sola por la reserva.
El monte me observa.
Es fuertisima la sensación de ser extranjera.
Tengo temor de resultar intrusiva.
Intrusa.
El templo esta abierto. Es un rancho de adobe pintado a la cal blanca.
Techo de chapas, ventanas de postigones de algarrobo que están cerradas.Adentro algunas mujeres sentadas en bancos de madera, esperan.
Hay una mesa con mantel a modo de un altar.
Del techo penden guirnaldas como de cumpleaños.
En la pared del fondo hay una lamina con un cristo y una inscripción dice: iglesia de la unidad.
Los hombres hacen sonar tambores.
Hay guitarras, bombos y una pandereta que toca la única mujer que esta en ese sector.
Me observan.Me dirijo al hombre mas viejo y pido permiso para compartir la ceremonia.
Me ofrece su silla.
Tal vez por alguna reminiscencia de otra vida, voy con la silla cerca de las demás mujeres.
Las hay descalzas, desgreñadas. Con el polvo del suelo asentado que sube por las piernas, trepa por sus polleras, se esconde bajo las uñas y entre los mechones de pelo desteñidos por el sol.
La mayoría deellas, sin embargo, tienen apariencia festiva, con sus carteritas con borlas, tejidas con hilos de colores brillantes. Las polleras amplias, blusas con dibujos, pañuelos y moños en el pelo. Verde, rojo, amarillo, azul. Arabescos, rayas, motas, puntillas.
Caras muy arrugadas, bocas casi sin dientes, pelos hasta la cintura, en las manos hay pañuelos.
Serán como cincuenta entre todos. Pocoschicos.
He notado que no puedo distinguir el sexo de los niños. Su ropa, su pelo no indican el genero.
Solo al preguntar su nombre puedo diferenciarlos.
Empiezan a cantar. Es un canon interminable.
Un canto que envuelve, entra por la piel, te toma de sorpresa y te sacude.
Empiezo a ser consciente de mi situación.
Estoy aquí, entre ellos, compartiendo su ritual.
Se suceden lecturas bíblicascon sermones en su idioma.
Distintos hombres van sacando de sus carteras los libros sagrados para la lectura. Génesis, Moisés recibe las tablas, el primer mandamiento: amaras a tu Dios.
Frases breves, sin una organización sintáctica que de coherencia a la oración.
Alternan el español y el pilagasin intervalos.
Me pierdo en la semántica mientras voy adentrándome en el lenguaje corporal,en la sonoridad y el tono de las voces, que se vuelven lamentos guturales.
Una mujer que esta a mi lado empieza a bailar.
Las voces femeninas predominan sobre el que predica.
Varias son las que danzan.
Jadeos. Se colocan frente a la mesa, en el centro del lugar.
Como en la fiesta de anoche, los hombres están dispuestos frente a las mujeres, separados de ellas, mirándolas.
Han...
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