curar el espanto

Ya había corrido antes por aquí, muchas veces había salido a rodear el parque, ir por las vías, llegar a Polanco, regresar por el camellón de la calle Horacio y vuelta a casa, pero nunca antes mehabía quedado en los aparatos para hacer ejercicio que hay en el parque. Los aparatos que hay ahí funcionan todos bajo el principio básico de la gravedad, y los hace efectivos el peso propio y la fuerzaque se les imprime, es increíble que sin necesidad de gastar un solo centavo puedes tener un entrenamiento completo en ese lugar. Pero lo curioso no fueron los aparatos, ni el lugar donde estáncolocados, lo que realmente me llamó la atención fue el ambiente que hay ahí. Muchos de los chicos que estaban haciendo ejercicio tenían pinta de ser asaltantes, igual es un prejuicio mío originado por loque dicen los de Polanco acerca de mi colonia (que todos los rateros de Polanco salen de la Pensil y la Anahuac), pero no podía evitar tener cierto temor. De hecho, mientras corría alrededor del parquey pasaba una y otra vez al lado del sitio de ejercicios no podía evitar pensar cómo sería la reacción de todos ellos si yo no era bienvenido a usar los aparatos que ellos usaban, ¿qué tal si antestenía que pasar por un ritual de iniciación y batirme en duelo con uno de ellos para ganarme el derecho de estar ahí inhalando los humos de marihuana que ellos emanaban mientras hacían complicadosejercicios? De entrada, cualquiera de ellos podría dejarme inconsciente de un solo golpe. Bueno, era una hipótesis que la verdad me emocionaba mucho. De hecho mi carrera se prolongó bastante más de lo queacostumbro al punto que cuando paré llevaba una hora corriendo. En fin, puse la cara de malo más tosca que tengo y me acerqué al sitio, la mota seguía flotando en el aire, estiré las piernas y toqué lapunta de mis pies con los dedos de las manos. Nadie me hacía caso. Empecé a hacer flexibilidad en las piernas lanzando patadas al aire. Ya no soy lo que solía ser, pero me gusta desempolvar de vez...