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La sola pretensión de la palabra afianzó para muchos la creencia de que éste género se trataba de un cuerpo inacabado, especie de prueba imperfecta de la que sedejaba constancia de las cavilaciones de los artistas, quizá con ánimos de revisar con posterioridad para engendrar de él algo nuevo y aceptable. Muchos teóricos intentaban codificar de forma erráticasus direcciones, se perdían en la tarea de calificar de ensayo un compendio de obras de carácter ficcional, que no se ajustaban a los cánones de los grandes géneros narrativos, a la lírica, al teatro,etc.Si bien la ficcionalidad y la reevaluación son aspectos inseparables del escritor literario, otras variantes intervienen en la realización de un ensayo. Este último podría definirse como lavaloración personal acerca de cualquier asunto sin el rigor de una demostración, es la reflexión la que tiene lugar en el ensayo, una meditación en la que la voz del sujeto es consciente de su lugar en unacomunidad de lectores, que sin tapujos delibera sobre su apreciación del universo.

El ensayo permite, a juicio del escritor, una visión panorámica, superficial o focalizada, mantenerse firme enconvicciones reiterativas, mentir, desmentir o contradecirse; parafrasear, citar a modo propio, plagiar con estilo (palimpsesto) o recordar que alguna vez escuchó o soñó tal y cual cosa; giros dellenguaje, cambios de personalidad en la voz de un escritor que puede mutar, perspicacia o estupidez. Lo antes dicho, y algún que otro detalle, están al cobijo de la gran ficción, el espejo burlón de algunarealidad que anda por allí, la opaca en ocasiones, la ensancha, la quijotiza y en alguna ocasión molesta en salones bien iluminados.

Para abordar los orígenes del ensayo es imperioso remontarse ala obra de Montaigne quien además de acuñar el término en la acepción en la que se emplea para estos fines, inauguró en 1580 el ensayo moderno con la primera edición de Les Essais; luego Francis...