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Páginas: 72 (17904 palabras) Publicado: 23 de mayo de 2013
20 gramos de arsénico

Carlos Maza Gómez

© Carlos Maza Gómez, 2012
Todos los derechos reservados

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Índice
La confesión …………………………………………..
Ramón Santos ………………………………………...
Mª Ángeles Mancisidor ………………………………
Los elementos del drama ……………………………..
La muerte de Dionisio ………………………………..
La nueva explicación …………………………………
De cara al juicio ………………………………………

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La confesión
Era la media tarde del 16 de diciembre de 1916.
Sábado. El fin de semana había borracheras, agresiones,
alguna reyerta, un marido que daba una paliza a su mujer. En
suma, casos habituales que no merecían apenas la atención de
los reporteros. Así se llamaban entonces a sí mismos los
periodistas de ahora, siempre en busca de alguna noticia
relevante que llevar asus redacciones antes de cerrar el día.
Fue entonces cuando llegó un hombre hasta la
Dirección de Seguridad. Era de mediana estatura, aspecto
distinguido, vestía bien, no parecía un cualquiera. Los
reporteros se inquietaron ¿quién era el que, tras entrar por la
puerta, se había dirigido a uno de los guardias? Parecía
nervioso. Alguien comentó que vendría a interponer una
denuncia por robo ocualquiera sabe qué. Pero los oídos ya
estaban alerta.
Preguntaron al guardia. ¿Qué quería ese señor? Él se
encogería de hombros: No sé, ha preguntado por el comisario
jefe, creo que le va a recibir de inmediato. Algo traerá pero
no sé decirles, señores, hagan el favor que no se puede pasar.
Sabían que, desde hacía poco, había instrucciones precisas
para que la prensa no entrara endeterminadas zonas de la
Dirección de Seguridad, en particular la Brigada de
Investigación Criminal donde se situaba el despacho del
comisario, el Sr. Fernández Luna.
Aquel hombre había sido recibido, efectivamente. Los
reporteros prestaron atención. La tarde avanzaba y no había
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apenas nada que reseñar. Cualquier motivo para volver a la
redacción con algo en la cartera sería bienvenido.
Alcabo de unos minutos asomó a la puerta de su
despacho el mismo comisario. Habló con los guardias que allí
había. Pareció darles órdenes porque enseguida se pusieron
en marcha saliendo del edificio. Algún trámite había que
hacer. ¿Tal vez detener a alguien? ¿Ese señor había venido a
denunciar algún delito y se iba en busca del culpable?
Un reportero prestó su fino oído a la conversación en
lapuerta. El comisario dijo en voz más alta: “Que nadie me
interrumpa por ningún otro asunto”. La denuncia parecía ser
grave, los reporteros preguntaban sin éxito, discutían
posibilidades, paseaban inquietos atisbando cualquier
novedad.
Al cabo de un rato volvieron los guardias. Les
acompañaba una mujer joven. Vestía también de manera
elegante, aunque con sencillez, se cubría con un abrigode
terciopelo. A partir de entonces la mujer sería considerada de
cierta belleza, mucho atractivo, aunque con un punto de
tosquedad en su físico y, sobre todo, en sus ademanes
bruscos. Venía algo convulsa, al borde de las lágrimas,
ahogando un sollozo. Los reporteros estaban excitados, aquí
había una noticia y podía ser una buena para llenar las
páginas del periódico vespertino, desde luegode los
matutinos del domingo.
El posible denunciante había sido trasladado mientras
tanto a otra habitación, de manera que el comisario recibió a
la mujer a solas. Poco después, un guardia trajo del brazo al
hombre para que entrara también. “Un careo” dijo alguien,
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“el señor comisario está confrontando las declaraciones”.
“Yo diría que él la ha denunciado a ella” añadió otro. Todoscoincidieron en que era lo más probable.
Seguían pendientes de la puerta del despacho. Al fin,
ésta se abrió. Varios guardias llevaban al hombre y a la
mujer, escucharon claramente que iban al Juzgado de
Guardia, en la Casa de los Canónigos. Los reporteros se
adelantaron. Querían saber, preguntar. El guardia de mayor
rango los detuvo: “No pueden preguntarles. Van
incomunicados”. De manera...
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