Dancing With The Dark
Después de unastres o cuatro botellas de whiskey, prefirió salir del bar antes de convertirlo en su nuevo hogar. Un hombre sabio y consciente, a pesar de todo. Caminando por aquellas calles mojadas por el llanto de un Dios arrepentido de su creación y los errores de ésta, Dios en el cual nuestro hombre no creía del todo. Así iba, pues, hacia un hogar inexistente, con un camino inexistente, con esperanzasinexistentes.
Al llegar al parque central, sólo pensó en una cómoda banca que lo acurrucara y oyera sus secretos y llantos, tal como lo haría una almohada, pero la banca es más práctica. No le costó mucho encontrarla, seguramente de no estar en un casi coma alcohólico lo hubiese hecho más rápido y no hubiese dado tres vueltas en círculos antes de hallar su objetivo.
Se sentó en la banca blanca solitaria,como todas a esa hora, como si estuviese esperando a que algo emocionante ocurriese, algún acontecimiento importante del cual hablar con cualquier persona el día de mañana. Tenía una mirada expectante en la calle que daba justo al frente de la banca, en la que sólo transitan fantasmas a esa hora.
Entonces apareció ella.
Una mujer, de no más de 1.70, estaba del otro lado de la calle, pero a pesarde ello y de la neblina de la noche, él la podía describir perfectamente. Tenía una tez blanca, para comenzar. Tan blanca y pura como la luna. Parecía estar hecha de copos de nieve y fragmentos de cristal, era preciosa. Su cabello; tenía un cabello largo, largo, hasta la cadera, con ondas que hacían resaltar las curvas de su cintura. Lo curioso de todo esto, es que llevaba un vestido corto decolor negro, con las mangas hasta las muñecas y el cuello un poco más descubierto de lo normal. Le quedaba precioso, precioso le quedaba pequeño, pero la cosa es que nuestro hombre no recordaba haber pasado por una fiesta nocturna o una recepción en camino a su nueva morada.
Sin embargo, hizo esa idea de lado y todas las demás al ver a aquella misteriosa mujer cruzar la calle que los separaba. Queseparaba a estas dos almas vagabundas y desdichadas.
La mujer se acercaba con un paso seguro y a la vez felino al hombre, mientras él simplemente la veía como si de un verdadero Dios parado frente a él se tratase.
¿Le apetece bailar? — preguntó ella, poseía el mismo tono felino en su voz, como en su andar.
A él se le hizo extraño, por supuesto, ¿Qué clase de desconocido te pregunta si quieres bailaren el medio de un parque solitario a la media noche? Pues ella. Y por ser ella, no se le negó. Asintió con su cabeza de manera torpe, y entonces la misteriosa mujer lo tomó de la mano y lo haló lentamente para que se levantara y diera pasos lejos de la banca.
Ella comenzó, empezó a bailar como si se tratase de un vals y el hombre la siguió, no sin antes perderse un poco entre un ritmo invisibleque ella había marcado. Cuando ambos le agarraron la vuelta, comenzaron a moverse de manera grácil y delicada, como el aletear de una mariposa. Eran pasos livianos, correctos y llenos de naturalidad, de las dos partes. El hombre no sabía todavía cómo conseguía tal facilidad en algo que hacía muy poco, pero aún así no se inmutó, siguió bailando como si en eso se fuera la vida, y así se sintió por...
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