Danza y Cultura Del Cuerpo, Por Gustavo Emilio Rosales.
Gustavo Emilio Rosales
Las reflexiones acerca del cuerpo, que adquirieron un considerable auge a partir de la segunda mitad del siglo XX[1], continúan de tal modo vigentes que a ellas se han adscrito, enriqueciéndolas, múltiples procedimientos especializados que buscan armonizar las tensiones psicofísicas del individuo en estados óptimos de salud, principalmenteinstaurados como opciones de mejoramiento de la calidad de vida en sociedades altamente industrializadas.
A este cúmulo de consideraciones, estudios y prácticas se le ha dado en llamar cultura de cuerpo[2], dimensión intelectual y orgánica donde se ejercitan y revisan los fenómenos que tienen por horizonte el redescubrimiento de la presencia y valores esenciales de la corporeidad.
Una delas constantes de esta dimensión cultural es la permanente, y en la mayoría de las ocasiones complementaria, oposición entre los códigos sociales que determinan nuestra interacción corporal y el deseo que impulsa al sujeto a generar “un espectro mayor de posibilidades adaptativas y de reorganización (de la propia conducta)”[3]. De tal forma, el cuerpo se instaura en la cultura como “el escenario deuna tensión dramática entre el deseo y la ley, la pulsión y el sentido”[4].
Es en la esfera de las artes donde los elementos constitutivos del deseo adquieren su representación simbólica y por ende la máxima expresión de sus relaciones intertextuales como motor fundamental de la vida humana, lo que en el plano psicoanalítico se traduce, de acuerdo con lo señalado por la doctora Margarita Baz yTéllez, como “la inscripción simbólica de la falta, una ausencia mítica que nos funda como humanos en la incompletud ontológica desde la cual se teje una inacabable búsqueda plagada de incertidumbres, placeres y sufrimientos”[5].
En consecuencia, se hace manifiesto el hecho de que la danza ejercitada en la escala de una disciplina artística posee una doble connotación de identidad ligada alcuerpo. En primer lugar, porque cual proceso creador, “representa la situación en el mundo de un ser de deseo”[6]; y enseguida al realizar esta representación a partir y por medio del cuerpo mismo, que –o, mejor dicho, quien (ya que en este caso es evidente que cualquier referencia a estados de corporeidad es una referencia al sujeto)- participa simultáneamente de las condiciones de creador y deobra.
Debido a la importancia central que los discursos sobre el cuerpo adquieren para pensar y documentar el arte de la danza, se articuló dentro del ciclo Sendas, tradición del oficio, realizado durante 2002 en el Cenidi-Danza, una entrevista pública con especialistas en la cultura del cuerpo, tema que dio título al programa[7]. Participaron como invitados Gabriel Weisz Carrington, MargaritaBaz y Téllez, Margarita Tortajada Quiroz, Javier Contreras Villaseñor, y Adriana Guzmán Vázquez[8]. La periodista y crítica Rosario Manzanos participó conmigo en la conducción de la charla[9], en la cual hubo un auditorio de cerca de veinte personas, conformado por estudiantes y profesionales de la disciplina coreográfica.
La constitución del cuerpo en sociedad provoca estados paradójicos.Entre ellos se encuentra, a la cabeza, la citada constante de identidad –el ser escenario permanente de tensiones entre codificación y vehemencia-, pero también las inclinaciones del individuo contemporáneo a olvidarse casi por completo del mismo, a no reflexionar acerca de él, a no atender sus necesidades básicas y a sucumbir, en resumen, a una situación de inercia corporal no pocas veces fomentadadesde las construcciones dominantes del poder[10]. En su ya clásico estudio sobre el tema, Michel Bernard señala que la experiencia corporal “no es precisamente unívoca: vivir el propio cuerpo no es sólo asegurarse su dominio o afirmar su potencia, sino que también es descubrir su servidumbre, reconocer su debilidad. (...) En suma, si el cuerpo magnifica la vida y sus posibilidades infinitas,...
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