de dario
Hizo salir a mamá de la consulta y a mí me hizobajar los pantalones. Me dijo que los hombres, cuando crecen, necesitan hacer cosas que a primera vista dan risa, pero que son muy serias. Entonces él también se bajó los pantalones y lo vi. Lo tenía todo mucho más grande que yo. Se puso a mi lado y me tocó. Y me dijo que también yo lo tocara a él. Me explicó que esas cosas las hacían los hombres solos donde nadie los viera, pero que si se podíacompartir con otros daba más gusto. Me dijo que las mujeres son malas y que más vale no liarse con ninguna porque acaban saliéndole a uno muy caras. Me dijo que lo que estábamos haciendo era aconsejable practicarlo por lo menos cada cuarenta y ocho horas, o si no volvería a marearme y a romperme las gafas. Y mientras me decía todo eso, él sudaba y miraba al techo, hasta que ensució la pared y elsuelo con un pipí. Luego me dijo que yo no tenía que explicar a nadie que nosotros dos éramos amigos. Sobre todo mamá no tenía que saber nada. Pero yo podía visitarlo siempre que quisiera o cuando tuviera alguna duda. Le pregunté si no era pecado lo que me había explicado. Él me contestó que los hombres son más o menos como las vacas cuando tienen las tetazas llenas de leche: si nadie pone remedio,revientan, las pobres.
Yo no vi pecado alguno en ninguna parte, y a partir de entonces me muñí cada cuarenta y ocho horas. Y cada vez que lo hacía, volvía a ver el agujero negro a mis pies y a continuación el algodón rosa y brillante. Era mágico. Era como marearse a voluntad. Y me encantaba, porque podía hacerlo en cualquier sitio: en el instituto, en casa de mi abuela o en el váter delMcDonalds. Sólo tenía que quitarme las gafas, cerrar los ojos y empezar. Sentía que conocía un secreto que los demás niños de mi edad ignoraban, porque el prole de Ciencias no nos había hablado nunca de eso, y me enorgullecía de ello. Yo era claramente superior, aunque llevara gafas. Y para no tener que ensuciarme los calzoncillos, dejé de ponérmelos.
Mamá estaba encantada con mis progresos, y fuepor aquella época cuando la sorprendí en el cuarto con papá. Yo ya sabía lo que ellos hacían una vez al mes, porque no soy un imbécil, y de eso sí que nos habían hablado algo en el instituto. Pero verlo en directo es muy impresionante. Hace un olor especial, y los ruidos que hacen también son especiales. Papá lo tenía todo aún más grande y con más pelos que el psicólogo. Y mamá era como un... comoun... como un túnel de color rosa que me dio miedo, porque yo sabía que cuando era pequeño había salido de allí dentro. Los espié un buen rato. Papá era como una vaca enfurecida con las tetazas rebosantes de leche... Decía "¡Puta, puta, puta!" Pero mamá no le respondía. Sólo decía "¡Ay, ay, ay!". Me castigaron todo el fin de semana por hacer el mirón. En el instituto estábamos leyendo lascartas de San Juan de la Cruz y ahora lo entendía perfectamente. Él también debió de ver a sus padres de joven, y como a mí, la escena le puso en órbita. Seguro que los esquemas se le hicieron trizas como a mí. Yo sentía mis esquemas hechos trizas y tenía ganas de hablar con Dios, pero acabé pensando en la incalculable cantidad de trompas de falopio, cuellos uterinos, hímenes y clítoris que se...
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