De montañas pactos y guerras final

Yuly Ayure Daza
De montañas, pactos y guerras
En la selva húmeda y espesa que rodea el municipio de San José del Guaviare, la violencia también se refunde en mitos, hay historias que se convierten en leyendas. Carlos Martínez oriundo de esta tierra, llegó a Bogotá comenzando el año 2004, también llegó con el fin de comenzar una nueva vida, conocer nuevos amigos, cambiar de trabajo, olvidar, esetemor que le había dejado su tierra.
Aunque Carlos venía a Bogotá a trabajar como pizzero (oficio del que no tenía idea) en San José del Guaviare él trabajaba como “raspachin” de coca. Se ganaba la vida, según él, de la manera menos violenta posible. Durante el 2002, cuando apenas tenía 13 años y para no ser reclutado por las FARC se dedicó a raspar coca. Poco a poco se fue convirtiendo en unexperto, comenzó a entender todo el proceso de elaboración y prácticamente podía hacer de todo en este proceso, no solamente rasparla.
En el año siguiente, y a pesar de que Carlos veía en las noticas que las cosas “estaban calientes” en varios municipios por los paramilitares, a su municipio no habían llegado aún, o al menos no con tanta fuerza. Raspar coca, era un buen trabajo, le daba paramantener a su familia y para vivir bien, además no tenía que andar con armas, así su vida corriera casi los mismos peligros que las de un guerrillero.
Siempre trae con él una gorra y una sonrisa, eso sí, la gorra va de acuerdo al color del delantal que se ponga, la sonrisa parece tenerla siempre puesta. No es fácil precisar un momento de Carlos donde esté presente la tristeza, mientras trabaja sonríe,atiende muy bien a los clientes y él mismo se alaba los records haciendo rápido pizza “jefa si vio, me demoré seis minutos sacando esta”
Con el tiempo, se hizo amigo del “negro” un muchacho de tez morena, boca grande, nariz bembona y ojos pequeños, flaco, alto y muy grosero “en una frase echaba diez madrazos” así lo recuerda Carlos. También recuerda que su amigo, tenía un gran sentido del humor, atodo le sacaba chiste y gracias a su forma de ser, las jornadas de raspachin, eran mucho más amenas, la vida se tornaba diferente, era agradable.
Se convirtieron en amigos inseparables, ambos dejaron los estudios hasta la primaria, pues la situación de pobreza y violencia de su municipio, no les daba para más, y bueno, también porque estar con los amigos y en esos años de pubertad, tener tiempo yplata para pasarla bien, era suficiente.
El oficio de raspar coca y vivir tan cerca la realidad que implica esta labor, tiene ciertas reglas, por ejemplo, trabajar de raspachin representaba buenos ingresos, pero todo era tan costoso, que el estilo de vida, igual, era difícil, “una botella de agua podía costar hasta cinco mil pesos”, cuenta Carlos.
“Tener 14 años y sacarse hasta dos palos almes cambia al que sea”. La mayoría de los raspachines eran apenas adolescentes, trabajaban muy duro para poder ganar bien, pues se paga por bultos. Carlos y el Negro tenían largas y duras jornadas, pero eso sí, a las seis o siete de la noche estaban llegando a algún lugar donde podían tomar cerveza y pasarla bien. Esa época está llena de ostentosidades y extravagancias que Carlos recuerda concierto disgusto.
A Carlos no le gustan las comidas rápidas “yo prefiero el almuerzo que me da doña esperancita, comida de casa, eso es lo que aguanta” Además, aunque no lo demuestre porque es muy serio, se le nota que es un romántico. Sus ojos se pierden cuando se recuerda de más niño, aún es un niño con sueños rotos pero mucha esperanza. Ese tipo de esperanza que ridiculiza cualquier problemaexistencialista de cualquier citadino, por banal.
A pesar de que en la zona no había ningún tipo de legislación oficial, el territorio estaba gobernado y organizado por los guerrilleros, entonces si alguien tenía deseos de salir del Guaviare debía solicitar una serie de permisos explicando por qué, para qué, en dónde y por cuánto tiempo iba a estar.
Como sea, Carlos recuerda que a pesar de todo hubo...