De niño me nege a leer
A partir de 1895, con la agresiva irrupción del cinematógrafo, el libro comenzó un proceso de reacomodo en cierta medida comparable, aunque infinitamente másvertiginoso, al experimentado por las manifestaciones orales luego de la escritura y sobre todo con la invención y generalización en Occidente de la imprenta de tipos móviles, durante el siglo XV. Han bastado cien años para que el desarrollo de los medios electrónicos amenace con hacer cambiar drásticamente el espacio del libro.
Es cierto que en casi todas partes los niveles de lectura descienden,inquietudes que hasta hace muy poco sólo los libros satisfacían han encontrado respuestas más rápidas y completas en otros destinos, la concentración y paciencia que exige toda buena lectura entran en crisis ante la velocidad y tensión crecientes con que se vive. Mal pueden competir hoy las polvorientas y pesadas enciclopedias con los sistemas multimedia de las computadoras y las autopistas de lainformación que, además de facilitar el acceso a fuentes múltiples, unen texto, imagen y sonido.
Ya no en el terreno informativo, sino incluso en el de la literatura, el libro sufre un asedio notable. El cine trajo la imagen en movimiento y, gracias al montaje, se apropió de lo narrativo, que antes la letra escrita había tomado de la oralidad. La televisión heredó el hallazgo, lo metió dentro denuestras vidas privadas y le dio una estructura reiterativa que ya la radio había madurado suficientemente y que garantiza recepción cómoda y esfuerzo mínimo, dos divisas de nuestra postmodernidad. Los sistemas de video domesticaron aún más la adquisición. Incluso, desde hace un tiempo se ha intentado con éxito relativo en el mundo desarrollado la generalización de obras literarias grabadas encassettes de audio, que pueden ser escuchados mientras se cumple cualquier tarea. A la vista de todo esto, la pregunta sería: ¿podrá el libro soportar la competencia que en el siglo XXI le impondrá el perfeccionamiento de esos medios o el surgimiento de otros por el estilo?
Vayamos con cuidado. La palabra oral nació con el hombre, es una condición ineludible de su humanidad, de su acción como entesocial. Sin voz no hay hombre y así lo certifican todas las mitologías. La palabra dicha conserva entre nosotros ahora mismo el carácter fundacional de los inicios. Todavía los niños, cuando juegan, describen con palabras las acciones al mismo tiempo que las realizan. No basta con el acto, es necesario nombrarlo para que exista.
Al contrario de lo que muchos creen, las manifestaciones orales...
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