De regreso al dolor


De regreso al dolor





































Era una serpiente polvorienta la ruta seguida a caballo desde hacía seis días. En la noche, como testigos del viaje, grillos y cocuyos decían presente a aquel jinete proveniente de lejanas tierras, siendo estos últimos como faroles que alumbraban el paso del visitante que recién llegaba. Atráshabía quedado la última loma, serena y erguida, felizmente flanqueada por Valentín. La noche parecía querer disputarle al viajero los matices de su negra piel y confundirse en su rostro marcado por el camino.
El pueblo que se avistaba era pequeño. Se conocían todos, y ya muchos sabían que Valentín vendría pues conocían de su temple y las causas que lo habían traído a estas tierras fronterizas.
Lasnoticias recorrían todo el paraje como río crecido.
-Dicen que Valentín estará pronto por estos lares-anunció don Chencho al cruzar en su asno frente a doña Lela, quien lavaba ropa en el arroyo.
-Virgen santísima, que el cielo proteja a Don Julio-exclama angustiada la anciana, tras colocar la ropa lavada dentro del cesto.
-Es un buen muchacho-aseveró el viejo, para continuar-pero su desgraciale ha puesto fuera de sí, y desde entonces piensa y actúa como loco.
Enciende un fósforo* y lo acerca al tabaco. Exhala una bocanada de humo para luego agregar:
-Pero como dicen, el corazón de la auyama sólo lo conoce el cuchillo.
Baja la vista, a la vez que toca una de las dos árganas que cuelgan de las ancas del jumento.
-Bien, estos nísperos se venderán a buen precio en el mercado delpueblo vecino. Quede con Dios, doña Lela.
-Vaya usted con Él, don Chencho-se despidió la lavandera, quien lo veía alejarse sobre el pollino que, con su lento andar, cruzaba el árido y pedregoso camino.
La cantina estaba a la vista de Valentín. Al final de esa calle estrecha, callada y apenas iluminada, rodeada de flamboyanes, en donde los hombres se reunían por las noches a mitigar las penasen alcohol, a la vez que jugaban una que otra partida de dominó. A ritmo de “perico ripiao”, o cuando no de una contagiosa bachata –bailes tropicales propios de esos bateyes- los pueblerinos disfrutaban de las noches tranquilas de aquella región.
*cerillo
El viajero se desmonta y amarra su cabalgadura. De inmediato avanza hacia la cantina. Desde allí le miran los ojos de aquella mozuelaesbelta quien, al tenerlo cerca, pregunta:
-¿Buscas a alguien en especial, buenmozo? Podemos divertirnos.
El joven no responde. Su mirada grave y serena la contempla por un momento. La tez mulata, rasgos bien definidos y formas tentadoras de la fémina le hicieron cavilar: -Hace tiempo no me tomo la libertad de divertirme de esta manera. Tal vez…
Mas, ignora la sugerente propuesta, se dirigehacia el mostrador y ordena: Un trago de ron, vengo ardiendo de sed.
Cholo, el amigo de la familia, se aproxima. Le mira con mezcla de afecto y pesar, y pregunta:
-¿Por qué volviste, Valentín? No era lo mejor.
Valentín da un sorbo a su copa. Ya su mano izquierda ha acariciado el revólver ajustado al cinto y enfatiza:
-Ella está muerta y no lo merecía. Por eso vine hasta acá y hay que decirmedónde rayos está ese cobarde.
El viajero lleva su mano al bolsillo izquierdo del pantalón vaquero, saca su cartera y extrae de la misma aquella foto. Esa imagen femenina, con el rostro maltratado por los años y cuyo recuerdo lo entristece, era el motivo de su presencia en ese lugar, al cual había regresado con un propósito. No había conocido otro cariño auténtico en la vida. Y ya no estaba.Se había ido. La desgracia se lo había arrebatado.
-Allí sólo hay dolor, muerte, escombros. Sí, y la vi bajo los escombros –continuó diciendo con ojos llorosos el alto y fornido joven-. Y tú me dirás dónde encontrar al culpable de todo, ¿verdad?
Cholo baja la vista. La última expresión de Valentín encerraba un ansioso ruego que rayaba en lo sublime. Los presentes miraban, y escuchaban....