Debates Cabildo 22 De Mayo
Crónica Histórica t. 1, p. 125
Cabildo Abierto
Además de los invitados especiales, concurren una barra entusiasta. French, por su
parte, lleva a sus hombres para dar calor popular a las opiniones de los revolucionarios.
En medio de la expectativa general abre la sesión el escribano del Cabildo, Justo José
Nuñez: lee la proclama especialmentepreparada en la que se aconseja mesura, prudencia
y serenidad en las discusiones, sin perjuicio de que todos puedan expresar su opinión en
libertad; se destaca, a sí mismo, la necesidad de consultar a las provincias interiores del
Virreinato y la conveniencia de no llevar a cabo mudanzas catastróficas.
Enseguida Nuñez pronuncia la fórmula de rigor: “Ya estáis congregados; hablad
con toda libertad”.Entonces comienza un debate que durará cuatro horas. Por momentos, la sesión se
torna desordenada y tumultuosa. Uno de los asistentes, partidario del virrey, el coronel
Francisco Ordeña, contará más tarde que había sido “tratado públicamente de loco” por
no participar de las ideas revolucionarias, y que igual trato se había dado a “otros jefes
militares veteranos y algunos prelados” que acompañaron suvoto. Un testigo anónimo
también partidario del virrey será más explícito: “se les obligó a votar en público - dice - y
al que votaba a favor del jefe se le escupía, se le mofaba, hasta el extremo de haber
insultado al Obispo y gritándole “chivato” al prefecto de los Betlemitas... ”. En este clima,
los oradores proliferan, los términos empleados son muchas veces duros y no faltan los
insultos. Sinembargo, los discursos principales se reducen a cinco: son los que
pronuncian el Obispo Benito de Lué y Riega, el doctor Juan José Castelli, el general
Pascual Ruiz Huidobro, el fiscal de la Real Audiencia, doctor Manuel Genaro Villota y el
doctor Juan José Paso.
Según contara luego Saavedra, el obispo - oriundo de Asturias – habla “largo
como suele”. Lué es “singularísimo en su voto”. Dice que“no solamente no hay por que
hacer novedad con el virrey sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España
que no estuviese subyugada los españoles que se encuentran en las Américas deberían
tomar y asumir el mando de ellas; este solo podrá venir a manos de los hijos del país,
cuando ya no quede un solo español en él”. En la versión de un cronista anónimo, el
obispo resulta más concreto:“Aunque haya quedado un solo vocal - habría dicho – y
arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como a la Soberanía ”. El argumento
irrita a los revolucionarios y a la barra. Tanto, que más tarde el obispo corta el discurso
de un opositor que le replica diciéndole:
- A mí no se me ha llamado a este lugar para sostener disputas sino para que diga y
manifieste libremente mi opinión y lo he hecho enlos términos que se han oído.
Tan desconcertante resulta la oposición del obispo, que nadie, ni siquiera los más
acérrimos partidarios del virrey, lo va a acompañar con su voto.
“El gobierno de España ha caducado...”
Toca a Castelli replicar a Lué, pues es el orador designado de antemano por los
revolucionarios para fundamentar la posición patriota. Sin embargo, la solemnidad del
prelado y laangustia del momento lo hacen vacilar hasta que el doctor Cosme Argerich y
el teniente Nicolás de Vedia tomándolo entre sus brazos lo exhortan a que hable. “Castelli
rompe el silencio al principio algo balbuciente - narra Vedia – y al fin con la profusión de
la verba que le era genial”, como es que - según los miembros de la Real Audiencia – “el
orador destinado para alucinar a los concurrentes”:
-Desde que el señor Infante Don Antonio (un tío de Fernando VII a quien este
confió la presidencia de la Junta Suprema de Gobierno) salió de Madrid (obligado por los
franceses), ha caducado el gobierno soberano de España - comienza diciendo Castelli -.
Ahora con mayor razón debe considerarse que ha expirado con la disolución de la Junta
Central, por que además de haber sido acusada de...
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