DEL MAESTRO Obra de San Agust n

Páginas: 61 (15132 palabras) Publicado: 22 de julio de 2015
DEL MAESTRO
Traducción: Manuel Martínez, OSA
CAPITULO I
Finalidad del lenguaje
1. Agustín: — ¿Qué te parece que pretendemos cuando hablamos?
Adeodato: —Por lo que ahora se me alcanza, o enseñar o aprender.
Ag.: — Así lo veo yo: una de estas dos cosas, y estoy de acuerdo; pues es evidente que
pretendemos enseñar cuando hablamos; mas ¿cómo aprender?
Ad.: — ¿Cómo piensas tú?; ¿no será preguntando?Ag.: —Entiendo que aun entonces no queremos otra cosa que enseñar. Porque, dime:
¿interrogas por otra causa que por enseñar qué es lo que quieres a aquel a quien te
diriges?
Ad.: —Es verdad.
Ag.: —Ya ves que con la locución no pretendemos otra cosa que enseñar.
Ad.: —No lo veo claramente; porque si hablar no es otra cosa que emitir palabras,
también lo hacemos cuando cantamos. Y como lo hacemossolos muchas veces, sin
que haya nadie que aprenda, no creo que pretendamos entonces enseñar algo.
Ag.: —Yo pienso que hay cierto modo de enseñar mediante el recuerdo, modo
ciertamente importante, como lo mostrará esta nuestra conversación. Pero no te
contradiré si piensas que no aprendemos cuando recordamos, ni que enseña el que
recuerda. Quede firme, ya desde ahora, que nuestra palabra tiene dosfines: o enseñar o
despertar el recuerdo en nosotros mismos o en los demás; lo cual hacemos también
cuando cantamos; ¿no te parece así?
Ad.: — De ninguna manera; pues es muy raro que yo cante por recordar, y no más bien
por deleitarme.
Ag.: —Veo lo que piensas. Mas no te das cuenta de que lo que te deleita en el canto no
es sino cierta modulación del sonido; y porque esta modulación puede juntarsecon las
palabras o separarse de ellas, por eso el hablar y el cantar son dos cosas distintas.
Porque también se canta con las flautas y la cítara, y cantan también las aves, y aun
nosotros a veces, sin palabras, emitimos ciertos sonidos musicales que merece el
nombre de canto, mas no el de locución; ¿tienes algo que oponer a esto?

Ad.: —Absolutamente nada.
2. Ag.: —¿Te parece, pues, que ellenguaje no tiene otro fin que el de enseñar o
recordar?
Ad.: —Lo creería, de no moverme a lo contrario el pensar que, al orar, hablamos, y que,
no obstante, no se puede creer que enseñemos o recordemos algo a Dios.
Ag.: —A mi parecer, ignoras que se nos ha mandado orar con los recintos cerrados1,
con cuyo nombre se significa lo interior del corazón, porque Dios no busca que se le
recuerde o enseñe connuestra locución que nos conceda lo que nosotros deseamos. En
efecto, el que habla muestra exteriormente el signo de su voluntad por la articulación
del sonido; y a Dios se le ha de buscar y suplicar en lo íntimo del alma racional, que es
lo que se llama «hombre interior», pues ha querido que éste fuese su templo. ¿No has
leído en el Apóstol: «Ignoráis que sois templo de Dios, y que el espíritu deDios habita
en vosotros»2, y «que Cristo habita en el hombre interior»?3
¿Y no has advertido en el Profeta: «Hablad en vuestro interior, y en vuestros lechos
compungíos. Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor»? 4 ¿Dónde crees que
se ofrece el sacrificio de justicia, sino en el templo de la mente y en lo interior del
corazón? Y en el lugar del sacrificio, allí se ha de orar. Por locual no se necesita
lenguaje, esto es, palabras sonantes, cuando oramos; a no ser tal vez, como hacen los
sacerdotes, para manifestar sus pensamientos, no para que las oiga Dios, sino los
hombres, y que asintiendo, en cierto modo se elevan hacia Dios por el recuerdo.
¿Piensas tú de otra manera?
Ad.: —Asiento completamente a ello.
Ag.: —¿Acaso no te preocupa el que el soberano Maestro, enseñando aorar a sus
discípulos, se sirvió de ciertas palabras, con lo cual no parece hizo otra cosa que
enseñarnos cómo se debía hablar en la oración?5
Ad.: — No me preocupa nada eso ya que no les enseñó las palabras, sino su significado,
con el que quedaron persuadidos ellos mismos a quién y qué habían de pedir cuando
orasen— como dicho queda— en lo más secreto del alma.
Ag.: —Lo has entendido...
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