Delphine de Viga
La estación de Austerlitz, voy allá a menudo, el martes o viernes, cuando acabo los cursos antes.Voy allí paramirar los trenes que se van, a causa de la emoción, es una batea que me gusta mucho, ver la emoción de la gente, es para esto que jamás fallo los partidosde fútbol para la televisión (…) En las estaciones, es otra cosa, la emoción se adivina en las miradas, los gestos, hay unos enamorados que seseparan, las abuelas que se van de nuevo, las damas con grandes abrigos que abandonan a hombres al cuello levantado, o lo inverso, observo a esta gente que seva, no sabemos donde, ni por qué, ni cuánto tiempo, se dicen hasta la vista a través del cristal, de un pequeño signo, o se afanan por gritar entoncesque no se los oye. Cuando uno tiene suerte asiste a verdaderas separaciones, quiero decir que ya experimenta uno que eso va a durar mucho tiempo o queva parecer muy largo (lo cual viene a ser lo mismo). Entonces en esos momentos la emoción es muy densa, es como si el aire se hiciera más espeso, comosi ellos estuvieran solos, sin nadie alrededor / en torno. Es el igual para los trenes a la llegada, me instalo al principio del muelle(andén),observo a la gente que espera, su cara tensa e impaciente, sus ojos que buscan, y de repente esta sonrisa con sus labios, su brazo levantado, su mano que seagita, entonces se adelantan, se estrechan, es lo que prefiero, entre todo, estas efusiones. Total, es porque me encontraba estación de Austerlitz.
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