Democracia consolidada
Tanto se había hablado, en cancillerías, en despachos oficiales, en círculos de la oposición, en la calle, de las previsiones sucesorias, que cuando finalmente ocurrió el llamado hecho biológico nadie sabía lo que iba a pasar. En el exterior, no era raro encontrar opiniones que expresaban el temor de que España volviera a la senda por laque había entrado en los años treinta, un experimento demasiado breve y caótico de vida democrática, según escribía por entonces Giovanni Sartori. La dramática experiencia de la guerra civil había fijado una imagen de atraso, extremismo, pasión y crueldad, valores poco propicios a construir sobre ellos un sistema político democrático y una cultura cívica moderna. En el interior, sin embargo, sedaba por seguro que la sociedad había cambiado tanto y las instituciones del régimen habían quedado tan obsoletas, que el destino llevaría a un sistema equiparable a los vigentes en Europa. El problema consistía en cómo llegar a esa meta, previsibles como eran resistencias procedentes de círculos políticos y militares capaces de controlar los resortes de poder. Las fórmulas se multiplicaron ydiversos arbitrismos florecieron mientras un anciano general agonizaba y un príncipe en su treintena se disponía a asumir la jefatura del Estado.
RUPTURA PACTADA
En verdad, nada al finalizar el año 1975 auguraba un futuro prometedor. La muerte de Franco y la proclamación como rey de Juan Carlos de Barbón acontecieron en plena crisis económica, desatada en 1973 por la subida de precio de loscarburantes; en el fragor de una crisis exterior agudizada por la invasión marroquí de los territorios españoles del Sahara, y en una profunda crisis de régimen, con las facciones de la dictadura enfrentadas desde 1969. Desde que el gobierno formado por Carlos Arias tras el asesinato de Carrero mostró su incapacidad para impulsar cualquier política de reforma, no había existido ninguna política, nieconómica, ni interior, ni exterior, digna de ese nombre. Paralizado por la reacción de los elementos inmovilistas y bloqueado por las maniobras de círculos militares cercanos a la camarilla familiar de Franco, en noviembre de 1975 Arias era tan cadáver político como Franco lo era físico.
De ahí la decepción que produjo su ratificación por el rey al frente del gobierno. Por su presidente, el primergobierno de la monarquía presentaba todas las apariencias de ser el último de la dictadura, aunque su formación evidenció la limitada capacidad de iniciativa
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del ratificado Carlos Arias, que hubo de admitir a su vera a notorios reformistas de diverso origen, como Manuel Fraga, José María Areilza y Antonio Garrigues. Era un gobierno construido sobre la pauta de equilibrios entre facciones delrégimen, con el propósito de avanzar en una reforma mal definida pero fuertemente controlada desde el poder. El problema era que Franco ya no estaba allí y que, sin él, su modelo dejaba al descubierto el anacronismo de la fórmula: las facciones sólo eran personalidades rodeadas de séquitos poco numerosos y enfrentadas entre sí por las tormentas del pasado y por sus propuestas para el futuro.
Esasdiferencias habrían podido tal vez remediarse con unos objetivos de gobierno claros y compartidos por todos. Arias nunca los tuvo y adoptó el plan de su vicepresidente y ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, que pretendía ser un Cánovas redivivo y proceder a una apertura controlada, suficiente para integrar a una oposición dispuesta a desempeñar el papel de Sagasta. Se trataba de reformar tresLeyes Fundamentales -de Cortes, de Sucesión y Orgánica del Estado- y las de Reunión y de Asociación, y aprobar una nueva Ley Sindical y una reforma del sistema tributario. Con alguna oposición, las Cortes aprobaron las reformas de las leyes de Reunión y de Asociación que legalizaban la existencia de partidos políticos. Sin embargo, para que las nuevas leyes surtieran efectos jurídicos era preciso...
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