Derecho Penal

EL LIBRO MISTERIOSO


Por Roberto Olivera Unda.


Apareció de repente. Ahora estoy seguro.
Sin embargo, en el momento en que mis ojos tropezaron por primera vez con ese verde tan especialmente verde de las pastas, me extrañó sobremanera encontrarlo sobre el altero de libros de mi escritorio. ¡Ah!, porque ese objeto del cual hablo, desde luego era también un libro.Vivo rodeado de libros. Mi mundo son los libros. La mayor parte de mi vida transcurre entre libros. Los hay de manera constante en abundancia sobre mi mesa de trabajo; no siempre ordenadamente es cierto.
Mascullé para mis adentros algunas suposiciones acerca de cómo pudo haber llegado el libro a ese lugar. Que si lo dejó alguna visita, que si yo lo había adquirido hacía tanto tiempo queya no me acordaba de él, que si era la última entrega del Libro Mensual y tantas otras ideas con las cuales haría un largo listado. Al cabo de mucho pensar, llegué a la conclusión más inverosímil de todas: el libro apareció allí solo.
Probablemente el lector, de encontrarse en mi lugar, se hubiera lanzado a revisarlo de inmediato para salir de dudas. Pero yo, además de vivir en el mundo delos libros, tengo la costumbre de pensar mucho las cosas. Ahora bien, lo que estoy contando sucedió en segundos. A veces en un instante los pensamientos son muchos y nos pareciera que ese momento se ha alargado demasiado. De todos modos, examinaba fríamente la situación y tardé unos instantes más para tomar la decisión de acercarme al libro.
Cuando lo hice, pude observar un cambio notableen la brillantez de su color y hasta en el color mismo: aquel maravilloso verde como el de las esmeraldas había desaparecido para dar lugar a ese azul casi negro de las aguas profundas. Dije “aguas profundas”, sí, porque se trataba en verdad de aguas de alta mar moviéndose en constante oleaje, como si en el espacio de la cubierta de un libro pudiera caber un océano.
Como es natural, no dicrédito a mis ojos. Pensé en una mala pasada de mi imaginación. Mientras pensaba así, me había quitado los anteojos y con la mano libre tallado los párpados cerrados con el deseo inconsciente de haber estado soñando, con la esperanza de que al despertar todo regresaría a los carriles de la normalidad, y las pastas de ese libro habrían recuperado el color verde brillante que tan poderosamentellamara mi atención. Mas no fue así. Al volver a colocarme los anteojos, en la cubierta del libro continuaban el oleaje de aguas profundas y su oscuro color.
“Debo estar alucinando”, me dije, “no puedo aceptar las imágenes acarreadas al cerebro por mis ojos. Ha de tratarse de una ilusión ese mar, lo que veo y creo que es agua no es sino una imagen del agua. El color tan vivo, el vaivén de lasolas, han de ser ilusorios”.
Lo confieso, sentí miedo, mucho miedo ante la posibilidad de haberme vuelto loco, de estar sufriendo un ataque de paranoia, por lo menos.
“¡Tengo otros sentidos además de la vista!” La idea llegó de manera tan repentina y fugaz como si una luz semejante a la del relámpago la hubiera alumbrado en mi cerebro. ¡Oh, sí!: me valdría esta vez del tacto. Era fácilprobar a meter la mano en aquel aparente mar, o si no la mano, por lo menos un dedo; de este modo podría comprobar si en realidad era agua, o se trataba de una ilusión.
La prueba no correría ya a cargo de uno solo de mis cinco sentidos, que por algo eran cinco. Pude haberlo hecho en ese momento, pero el miedo volvió a detenerme. “¿Qué tal si el tacto viene a confirmar lo aseverado por tusojos?”, me dije, “¿dejarías acaso de pensar en que es imposible lo ya comprobado por dos de tus sentidos?”
Opté por el recurso del avestruz, el cual consiste en esconderse para no afrontar la realidad, y fui a pararme delante de la ventana. Esa ventana da al jardín donde, además de flores sembradas en el prado y en macetas, hay árboles en cuyas ramas suele haber pajarillos. Una de estas...