Derecho
[1] ¿Hasta cuándo, Catilina, continuarás poniendo a prueba nuestra paciencia? ¿Cuánto más esa locura tuya seguirá burlándose de nosotros? ¿A qué fin se arrojará tu irrefrenable osadía? ¿Acaso nada te ha inquietado el destacamento nocturno del Palatino, nada la guardia de la ciudad, nada el temor del pueblo, nada la concurrencia de todos los hombres de bien, nadaesta fortificadísima plaza que es el Senado, nada los labios y los rostros de todos los presentes? ¿No comprendes que tus planes se derrumban, no ves que ya tu conjura ha sido sofocada por el hecho mismo de que todos la conocen? ¿Quién de entre nosotros piensas que no sabe lo que has puesto en práctica la noche pasada y la anterior, dónde has estado, a quiénes has reunido y qué suerte de planes hasideado?
[2] ¡Oh tiempos, oh costumbres! El Senado conoce estas cosas, el cónsul las ve: éste, sin embargo, vive. ¿Vive? Si incluso viene al Senado, se hace partícipe de las deliberaciones públicas, fija su vista en cada uno de nosotros y decreta nuestro aniquilamiento. En cambio nosotros, decididos varones, juzgamos haber hecho suficiente por la República con lograr huir de sus dardos y sufuria. Tiempo ha ya, Catilina, que se te debiera haber conducido a la muerte por orden del cónsul, que esa misma ruina que tú llevas maquinando contra nosotros desde hace mucho se hubiera vuelto en contra tuya.
[3] Un muy notable varón, Publio Escipión, pontífice máximo, dio muerte como particular a Tiberio Graco por haber insinuado siquiera el levantarse contra la República,[2] ¿y nosotros, loscónsules, debemos soportar impertérritos a Catilina, que anhela devastar la tierra entera con incendios y matanzas? Prefiero obviar ejemplos antiguos, como el de Gayo Servilio Ahala, que dio muerte por su propia mano a Espurio Melio por intentar tímidas reformas. Hubo, sí, hubo en otro tiempo ese ejercicio de virtud en esta República, cuando los varones decididos castigaban por igual, con rigurosostormentos, así al ciudadano pernicioso como al más enconado enemigo. Tenemos un justo y severo senadoconsulto contra ti, Catilina. No carece la República de deliberaciones ni autoridad entre estas gradas: nosotros, nosotros los cónsules (abiertamente lo digo) somos quienes carecemos de la iniciativa requerida.[3]
II [4] Resolvió el Senado en el pasado que el cónsul Lucio Optimio velara por laRepública a fin de que ésta no cayese en desgracia. Ni una sola noche transcurrió. Se pasó a cuchillo a Gayo Graco, de padre, abuelo y linaje esclarecidísimos; fue muerto el ex cónsul Marco Fulvio junto a sus hijos. A un senadoconsulto similar se confió la República en tiempos de Gayo Mario y Lucio Valerio: ¿se demoró acaso en un solo día la justicia de la República contra el tribuno LucioSaturnino y el pretor Gayo Servilio? Nosotros, por el contrario, consentimos que se embote, desde hace ya veinte días, el agudo filo[4] de la autoridad de los presentes. Tenemos, ciertamente, un senadoconsulto, pero encerrado entre las letras cual si estuviera metido en su vaina[5]. Por medio de él, Catilina, convino darte muerte al instante. Vives, y vives no para reponer tu osadía, sino para reafirmarteen ella. Deseo ser clemente, padres conscriptos; deseo no parecer disoluto entre tantos peligros que presenta la República, pero ya yo mismo en mi indolencia y mi desidia me condeno.
[5] En Italia, en las gargantas de Etruria se ha levantado un campamento en contra del pueblo romano; de día en día ha aumentado el número de adversarios. Pero estáis viendo entre nuestros muros, estáis viendo enel Senado al comandante de ese campamento y caudillo de los enemigos, que maquina cada día la perdición de la República hasta sus entrañas[6]. Si yo te hubiera hecho prisionero, Catilina, si ordenara matarte, juzgo sería cosa más temible para mí el que todos los hombres de bien digan que he actuado con excesiva demora que el que afirmen que he sido cruel en exceso. Existe, sin embargo, un...
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