Desde la trinchera

DESDE LA TRINCHERA

Se agota la esperanza y la paz está en peligro de extinción. Ya se me empieza a hacer común que las balas me despierten, nunca sé de dónde vienen, ni cuánto durará… nadie sabe.Las calles huelen a pólvora y cada día me pregunto si vale la pena seguir, si de alguna forma mi trabajo, quizás humilde pero sincero, pueda hacer algo para que las cosas cambien, para que las cosasmejoren porque aún tengo fe, porque todavía tengo ganas de salir a la calle sin miedo, porque me reuso a vivir en un campo de batalla y a que los niños se diviertan diciendo lo parecido que es esto aun videojuego.
Pero dentro de todo eso, dentro del dolor y la inseguridad, dentro de toda la violencia y la falsa resignación, ahí estamos todos nosotros… ahí en lo profundo siguen volandonuestros sueños. Aún veo a aquella niña vestida de bailarina que se alista para llegar temprano a su clase y a su madre que con todo el amor la besa antes de despedirse; los ingenieros aún salen felices alcampo y de vez en cuando los amigos se reúnen a “asar una carnita” mientras hablan de los buenos tiempos; las tortillas de doña Alicia siguen siendo las mejores (casi como las de mi abuela); aún hayadolescentes que juegan al grupo de rock y el joven que canta mientras hace su trabajo de poner gasolina a los autos sigue ahí, aún hay personas que regresan el cambio que les dieron de más en elsupermercado y quedan algunos que respetan todas las señales de tráfico, todavía existen los poetas y los maestros que preparan sus clases a detalle, los buenos estudiantes y los futuros futbolistas.A pesar de todo seguimos haciendo lo que mejor sabemos hacer, dando todo lo que somos, desde nuestra trinchera, escondidos, preocupados, enojados y en posición de ser atacados pero siempre de pie,siempre listos, siempre con los ojos bien abiertos, porque no vamos a perder, porque somos mayoría y aunque la trinchera esté llena, es una trinchera que funciona. No nos rendiremos, seguiremos...