Desearía que fuera un sueño

Algo había cambiado, el cielo era extrañamente azul, la contaminación, si es que había, era imperceptible. Si el aire era limpio Mateo no lo notaba,estaba emocionado, como cada vez que lo veía, como la primera vez.

Mateo creía que no tenía nada de especial, no se sentía atractivo, ni muy inteligente,tampoco era heredero de una gran fortuna. Daniel era todo lo que Mateo no pensaba sobre él mismo; apuesto, ingenioso, divertido, caballero y algo cursi.Nunca entendió cómo fue que Daniel se enamoró de él, aunque lo cierto es que el amor es así, inexplicable.

Y allí estaban, sentados a la sombra deaquel árbol donde una señora al salir de misa les gritó “jotos”, el árbol donde se dieron su primer beso, ese mismo árbol donde Daniel había dejado un ramode rosas y una caja de chocolates para sorprender a Mateo el día que cumplieron 4 meses de noviazgo. Si el árbol hablara, podría escribir un libro acercade su historia, cosas buenas, cosas malas, cosas feas, pero su historia.
Y ahí estaban los dos, la cabeza de Mateo en el hombro de Daniel…

—Me tengoqué ir y lo sabes ¿verdad?
—Sí, pero ¿no puedes quedarte un rato más? —respondió Mateo.
—Si por mí fuera me quedaría tu vida entera, pero esta vez no elijoyo —dijo Daniel y esta vez besó su mejilla.
— ¡Diablos! Está bien, solo promete que vas a compensar esta cita tan corta.
— Haré lo posible… Solo siprometes que andarás con cuidado y que no importa lo que pase ni dónde me encuentre; no olvides que te amo y lo haré en esta y todas las vidas. —