desventuras en eljardin de infantes

Páginas: 10 (2321 palabras) Publicado: 3 de febrero de 2015
María Elena Walsh

"Desventuras en el País Jardín-deInfantes"

2003 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales

María Elena Walsh

"Desventuras en el País Jardín-deInfantes"
Si alguien quisiera recitar el clásico "Como amado en el amante / uno en otro residía..." por
los medios de difusión del País-Jardín, el celador de turno se lo prohibiría, espantado dela
palabra amante, mucho más en tan ambiguo sentido.
Imposible alegar que esos versos los escribió el insospechable San Juan de la Cruz y se
refieren a Personas de la Santísima Trinidad. Primero, porque el celador no suele tener cara
(ni ceca). Segundo, porque el celador no repara en contextos ni significados. Tercero,
porque veta palabras a la bartola, conceptos al tuntún y autores porqueestán en capilla.
Atenuante: como el celador suele ser flexible con el material importado, quizás dejara pasar
"por esa única vez" los sublimes versos porque son de un poeta español.
Agravante: en ese caso los vetaría sólo por ser poesía, cosa muy tranquilizadora.
El celador, a quien en adelante llamaremos censor para abreviar, suele mantenerse en el
anonimato, salvo un famoso calificador decine jubilado que alcanzó envidiable grado de
notoriedad y adhesión popular.
El censor no exhibe documentos ni obras como exhibimos todos a cada paso. Suele
ignorarse su currículum y en que necrópolis se doctoró. Sólo sabemos, por tradición oral,
que fue capaz de incinerar La historia del cubismo o las Memorias de (Groucho) Marx. Que
su cultura puede ser ancha y ajena como para recordar queStendhal escribió dos novelas:
El rojo y El negro, y que ambas son sospechosas es dato folklórico y nos resultaría
temerario atribuírselo.
Tampoco sabemos, salvo excepciones, si trabaja a sueldo, por vocación, porque la vida lo
engañó o por mandato de Satanás.
Lo que sí sabemos es que existe desde que tenemos uso de razón y ganas de usarla, y que
de un modo u otro sobrevive a todos losgobiernos y renace siempre de sus cenizas, como el
Gato Félix. Y que fueron ¡ay! efímeros los períodos en que se mantuvo entre paréntesis.
La mayoría de los autores somos moralistas. Queremos —debemos— denunciar para
sanear, informar para corregir, saber para transmitir, analizar para optar. Y decirlo todo con

nuestras palabras, que son las del diccionario. Y con nuestras ideas, que son por lomenos
las del siglo XX y no las de Khomeini.
El productor-consumidor de cultura necesita saber qué pasa en el mundo, pero sólo accede
a libros extranjeros preseleccionados, a un cine mutilado, a noticias veladas, a
dramatizaciones mojigatas. Se suscribe entonces a revistas europeas (no son pornográficas
pero quién va a probarlo: ¿no son obscenas las láminas de anatomía?) que
significativamenteel correo no distribuye.
Un autor tiene derecho a comunicarse por los medios de difusión, pero antes de ser
convocado se lo busca en una lista como las que consultan las Aduanas, con delincuentes o
"desaconsejables". Si tiene la suerte de no figurar entre los réprobos hablará ante un
micrófono tan rodeado de testigos temerosos que se sentirá como una nena lumpen a la
mesa de Martínez de Hoz:todos la vigilan para que no se vuelque encima la sémola ni
pronuncie palabrotas. Y el oyente no sabe por qué su autor preferido tartamudea, vacila y
vierte al fin conceptos de sémola chirle y sosa.
Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos.
Cuando el censor desaparezca ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista!
estaremos decrépitos y sinsaber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el
cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se
preguntaban: "¿Nosotros qué éramos...?"
El ubicuo y diligente censor transforma uno de los más lúcidos centros culturales del
mundo en un Jardín-de-Infantes fabricador de embelecos que sólo pueden abordar lo pueril,
lo procaz, lo frívolo o lo...
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