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El asilo de los olvidados
Él estaba sentando en el medio del patio junto a esas rendijas oscuras, que quedaban con el sombrero a rayas que llevaba puesto. Estaba solo, pensativo, mirando a la nada, con las manos enlazadas a la espera de alguien, quise pensar que era yo, habíamos quedado días atrás en que hoy le haría la entrevista, lastimosamente no sé si siquiera me recuerde. Volví paraempezar una historia que él mismo quiso que contara.
Hola, Fernando – Dije sonriendo a medias.
Hola, ¿Cómo estás? Creí que no volverías. – Exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.
Estoy muy bien, espero que tú también lo estés, vengo para iniciar la historia que me tiene intrigada desde hace varios días.
Me ubiqué en el lugar más cómodo posible y le dije: ¡Podemos comenzar!
Tragó saliva, mesostuvo la mirada por unos segundos, su cara se tornó melancólica pero sin embargo, estaba dispuesto a empezar. Era de esperarse, noventa y dos años cargando en sus hombros el deseo de ser padre y la impotencia que la esterilidad le dejó; amante de los libros, del arte, de la poesía, pero hacía años que no podía disfrutar de un espectáculo de lírica o un buen libro.
Fernando: “Hace dos años, misobrino me trajo un libro por mi cumpleaños, no me pareció gran cosa pero sin embargo, seguí releyéndolo una y otra vez; aquel libro se convirtió en uno de mis favoritos, porque examiné cada detalle, la intención del autor, el mensaje, la personalidad de cada personaje, era muy entretenido leerlo y distraerme, meterme en la historia y olvidarme por un momento que estoy aquí.”
Lo último, fue un baldede agua fría para mí, no sabía cómo responder ante tal revelación. Me entretuve en sus ojos café pardo unos segundos, me repuse y le pregunté: ¿Tuviste esposa alguna vez? …
La atmósfera se tornó densa, sus pupilas se dilataron, yo me acomodé en mi sitió; supuse que la pregunta le había incomodado pero era mi trabajo averiguar cada rincón de su vida, sin dejar escapar nada.
Miro hacía un lado ydijo con la voz entre cortada: “Cinco años de casados aunque la duración no importa, todo se fue al vacío, no tardó mucho en descubrir que era estéril, nunca se lo dije por miedo a que me dejara pero aun así no pude evitarlo; sigo sin entenderlo, ella dijo que nunca me dejaría, que estaría conmigo hasta el último de mis días y aquí me tienes, en un asilo, muriéndome lentamente y solo.”
Preferítomar una pausa y parar con las preguntas un momento, tomé la decisión de ir por agua, la cual no fue una mala idea, el agua lo ayudaría a tragar todos los pensamientos más rápido. Camine por el pasillo, pasando por el cuarto de masajes y algunos ancianos en silla de ruedas que me miraban extrañados, otros ni siquiera se habían percatado de mi presencia, parecían muertos en vida. Me acerqué a unaenfermera, le pedí el vaso con agua y de mala gana fue por él, de pronto mis manos empezaron a enlazarse, no supe que hacer, solo la observe y le regalé una sonrisa, ella hizo lo mismo, era una viejita lo mitad de alta que yo, me cogió más fuerte de la mano e hizo que camine junto a ella sin emitir sonido alguno, llegamos al comedor, buscó su ubicación y me senté junto a ella por unos segundos, laobservé detenidamente. Parecía una niña en busca de compañía, sonriente como ninguna otra. Enseguida me lleno de ternura, a pesar que no cruzamos palabras, sentía un cariño especial hacía ella.
No puedo quedarme más tiempo, fue un gusto conocerte, regresaré para comer juntas uno de estos días, ¿Cuál es tu nombre? – Dije un poco inquieta.
Su cara se tornó amarga, fue un silencio muy incómodo.Acaricié su cabello color nieve y le susurré al oído: “Regresaré, lo prometo”.
Me llamo Ana pero las chicas me dicen Anita, tú puedes hacerlo también, espero que vuelvas, es muy triste estar aquí rodeada de mi misma por todos lados. – susurró con desgano.
Me despedí de Anita un poco preocupada, vi el reloj y me di cuenta que había pasado bastante tiempo, seguí andando rápidamente por el pasillo...