Dfsafaa

Páginas: 7 (1507 palabras) Publicado: 20 de noviembre de 2012
Viendo, pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a suordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros; y trújole sulocura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuandoCarloto le dejó herido en la montiña, historia sabida de los niños, noignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos; y, con todoesto, no más verdadera que los milagrosde Mahoma. Ésta, pues, le pareció aél que le venía de molde para el paso en que se hallaba; y así, conmuestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra y a decircon debilitado aliento lo mesmo que dicen decía el herido caballero delbosque:
-¿Donde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal.
Y, desta manera, fue prosiguiendo elromance hasta aquellos versos quedicen:
-¡Oh noble marqués de Mantua,
mi tío y señor carnal!
Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allíun labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una cargade trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó aél y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente sequejaba. DonQuijote creyó, sin duda, que aquél era el marqués de Mantua,su tío; y así, no le respondió otra cosa si no fue proseguir en su romance,donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperantecon su esposa, todo de la mesma manera que el romance lo canta.
El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y, quitándole lavisera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, lelimpió el rostro, quele tenía cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció yle dijo:
-Señor Quijana -que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y nohabía pasado de hidalgo sosegado a caballero andante-, ¿quién ha puesto avuestra merced desta suerte?
Pero él seguía con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buenhombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar,para ver si teníaalguna herida; pero no vio sangre ni señal alguna. Procuró levantarle delsuelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecercaballería más sosegada. Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza,y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y del cabestro alasno, y se encaminó hacia su pueblo, bien pensativo de oír los disparatesque don Quijote decía; yno menos iba don Quijote, que, de puro molido yquebrantado, no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando dabaunos suspiros que los ponía en el cielo; de modo que de nuevo obligó a queel labrador le preguntase le dijese qué mal sentía; y no parece sino que eldiablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos, porque,en aquel punto, olvidándose de Valdovinos, se acordódel moro Abindarráez,cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevócautivo a su alcaidía. De suerte que, cuando el labrador le volvió apreguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras yrazones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, delmesmo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge deMontemayor, donde se escribe;aprovechándose della tan a propósito, que ellabrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades; pordonde conoció que su vecino estaba loco, y dábale priesa a llegar alpueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con su largaarenga. Al cabo de lo cual, dijo:
-Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifaque he dicho es ahora la linda Dulcineadel Toboso, por quien yo he hecho,hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean niverán en el mundo.
A esto respondió el labrador:
-Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo deNarváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestramerced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señorQuijana.
-Yo sé quién...
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