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El tren de los despiertos.
Trabajo propio con base al texto: “El tren de los dormidos” de
Guillermo “Memo” Anjel.
Hecho por Tatiana Viecco.
Marzo de 2013.

Por primera vez, empiezo a conocer Medellín. Vivo allí hace 22
años, no lo elegí pero tampoco me dieron opciones. Medellín es
bonita, no puedo negarlo: El amanecer es afanado y el atardecer
tinta cobrizo. Medellín es bonita, a vecescalienta con un sol
radiante y otras, llueve y enfría invitando a una tarde de
cobija. Medellín es bonita, pero Medellín no duerme.

Medellín, viernes de algún mes, de algún año.
Aquella tarde no paró de llover, estaba sola, proyectaba la
pantalla de mi computadora algún drama con demasiado drama que
inconscientemente había programado. Preferí mirar por la ventana
de mi habitación, unpaisaje frío y gris que parecía sacado de
aquella película que intentaba ignorar. Soy sensible, muy
sensible. A veces lloro, es melancolía, a veces rio, también lo
es. Mejor me tomo un café.

Levanté la taza, quedo aquel circulito sepia en mi escritorio
con el que siempre imagino figuras. Decidí darle una última
mirada a aquella secuencia de imágenes que hacía veinticuatro
minutos treinta ydos segundos, había puesto a rodar: Un par de
manos toscas, grandes, de hombres, entrelazadas, esquivando las
miradas más frías y repugnantes que aquellos emisores podrían
lanzarles. Se amaban, no había duda. Me llegó una escena a la
cabeza, de no sé cuándo, de alguna vez o un Dejavú que, aunque
difícil, a veces pasan: Una señora mayor, que estaba sentada a
mi derecha, observaba condetenimiento –logrando intimidarnoscómo la mano izquierda de él, se entretejía con mi mano derecha
lanzando sin filtro un comentario con tono enternecedor,
halagándonos, al decirnos que no veía una pareja tan bonita
desde que ella conoció a su difunto esposo hace más de cincuenta
y ocho años. Mientras nosotros le sonreíamos, otra pareja se
sentó a nuestro norte, ellas también se amaban y sin ningúnpudor, se tomaban ambas manos mostrando cariño una a la otra. En
esta ocasión, la mujer de edad tampoco se inhibió en comentar,
con una lastimosa cara de fastidio, diciendo que esa era una
herejía, que se irían para el infierno lejos del perdón de Dios.
Mejor vamos por un café, nos dijimos al unísono sin desatar
nuestras cómodas manos.

Aquella tarde, la que cuento de la señora y las manos,caminábamos cerca al parque de los deseos, caía la tarde, caía
de prisa, parecía que la luna la apresuraba. Finalmente,
habíamos cambiado dicho café por una cerveza, un par de Águilas
frías, micheladas que le habíamos comprado a uno de esos señores
de bigote tupido que tienen una increíble habilidad de cálculo y
precisión para preparar el mencionado manjar. Fue cuando dejamos
de mirarnos,para contemplar el paisaje, que vimos un ejército
de seres, de sexo poco definido que vestían iguales, hablaban
igual y que, sin necesidad de intentar conocerlos, sabíamos que
pensaban igual. Ahí la efectividad de haberles llamado
“ejército” como una colectividad numerosa organizada para la
realización de un fin, en este caso, para nosotros desconocido.
Quizá para ellos también.

Apagué elcomputador, esa tarde no estaba para dramas . Preferí,
en cambio, ir a comer donde mi abuela. Desde la mañana me había
dicho que iba a hacer fríjoles con cebollita de rama y ese es un
platillo que no me podía perder. Vivo en la muy bonita Medellín,
pero odio el Metro. En realidad, se lo debo a mi agorafobia, me
marea sentirme entre tanta gente, tan indefensa entre esa gran
masa pero aquellavez, no tenía de otra. Eran las 6 de la tarde,
un viernes, no podría haber más tráfico en la ciudad. La ge nte
se desespera y grita y pita, así que opté por subirme al primer
vagón en la estación Envigado, la más cerquita de mi casa. En
ese momento, confirmé que montar en bus, es uno de los grandes
placeres urbanos. En medio de una cantidad casi absurda de
personas, en su mayoría hombres,...