Dia de muertos en Oaxaca
Parece mentira! —piensa— ¿Es curiosidad enfermiza o qué, relacionar mi vida imbécil al brillo de un extintomillonario? Hasta quisiera saber de qué murió ¿Quién, quién me informará?
Eran las 8 y 35.
En el altar mayor, todo enlutado, el arzobispo y dos curas, los tres con casullas de duelo, cantaban.Imponente, respóndeles el coro. De rodillas, la cabeza baja y su vista recogida en su propia ruina, se dice para si el desarrapado:
—Si esto es para la salvación de su alma, yo doy de antemano la mía contal de que la de él se condene. ¿Pero qué puedo hacer con el arzobispo, los padres y todas las buenas personas ricas que, según veo, se interesan tanto, en cambio, por el descanso eterno del finado…?
La iglesia estaba llena. El miserable alzó los párpados, desvió la mirada y la posó disimulado en un individuo, hipócritamente pesaroso, muy limpio y de inconfundible traza de sirviente:
—Este es elde la manguera —recordó.
Al instante, por su cabeza inclinada se asociaron las imágenes y se montaron gráficamente sobre el espacio escrito de la hoja de periódico, cuya lectura le llevó a lacatedral. En primer término, su imagen —la imagen del desarrapado— se habla a sí misma: Soy un vago —empieza—. Joven, como me veo, soy, sin embargo, uno de tantos seres a quien sin más la gente llama rata.Muy cansado de caminar, y, lejos del centro de la ciudad, cierta noche de lluvia el aguacero me obligó a tomar refugio bajo el pórtico de un palacio. Me tumbé en el piso de mármoles del pórtico. Llegóun segundo vago y se tumbó también. ¿Serían las doce de la noche, la una, o las dos de la mañana? Poco después un frío susto me despertó y con indecible amargura, perseguido por los manguerazos...
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