dia de muertos
TODOS SANTOS, DÍA DE MUERTOS
EL SOLITARIO mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse.
Cualquier p retexto es b ueno para interrum pir la m archa del tiempo y celebrar con festejos y
ceremonias hom bres y acontecim ientos. Som os un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a
nuestra imaginación tanto como a nuestrasensibilidad, siempre afinadas y de spiertas. El a rte de la
Fiesta, env ilecido en casi todas p artes, se con serva intacto entre nosotros. En pocos lugares del
mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas re ligiosas de México, con
sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la
inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y
mercados.
Nuestro calendario está poblado de fiestas. Ciertos días, lo mismo en los lugarejos más apartados
que en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se e mborracha y mata en honor de la
Virgen de Guadalupe o del General Zaragoza. Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche,
entodas la s plazas de México c elebramos l a Fiesta de l Grito; y una m ultitud enardecid a
efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar m ejor el rest o del año. Durante los
días que preceden y suceden al 12 de diciembre, el tiem po suspende su carrera, hace un alto y en
lugar de em pujarnos hacia un m añana siem pre in alcanzable y m entiroso, nos ofrece un presenteredondo y perfecto, de danza y juerga, de com unión y comilona con lo m ás antiguo y secreto de
México. El tiempo deja de ser sucesión y vuelve a se r lo que fue, y es, originariam ente: un presente
en donde pasado y futuro al fin se reconcilian.
Pero no bastan las fiestas que ofrecen a todo el país la Iglesia y la República. La vida de cad a
ciudad y de cada pueblo está regidapor un santo, al que se festej a con devoción y regularidad. Los
barrios y los gremios tienen también sus fiestas anuales, sus ceremonias y sus ferias. Y, en fin, cada
uno de nosotros —ateos, católicos o indiferent es— poseem os nuestro Santo, al que cada año
honramos. Son incalculables las fiestas que celebram os y los recursos y tiem po que gastamos en
festejar. Recuerdo que hace añospregunté al Pres idente municipal de u n poblado vecino a Mid a:
"¿A cuánto ascienden los ingres os del Municipio por contribuci ones?" "A unos tres m il pesos
anuales. Somos m uy pobres. Por eso el señor G obernador y la Federación nos ayudan cada año a
completar nuestros gastos". "¿ Y en qué utilizan es os tres m il pesos?" "Pue s casi todo en fiestas,
señor. Chico como lo ve, elpueblo tiene dos Santos Patrones."
Esa respuesta no es asombrosa. Nuestra pobreza puede medirse por el núm ero y suntuosidad de
las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo, ni humor. Y no son necesarias;
las gen tes tienen otras cosas que hacer y cuand o se divierten lo hacen en grupos pequeños. L as
masas modernas son aglom eraciones de solitarios. En lasgrandes ocasiones, en París o en Nueva
York, cuando el público se congreg a en plazas o estadios, es notable la ausencia del pueblo: se ven
parejas y grupos, nunca una com unidad viva en donde la persona hum ana se disuelve y rescata
simultáneamente. Pero un pobre mexicano ¿cómo podría vivir sin esas dos o tres fiestas anuales que
lo compensan de su estrechez y de s u miseria? Lasfiestas son nuestro únic o lujo; ellas sustituyen,
acaso con ventaja, al teatro y a las v acaciones, al "week end" y al "cocktail p arty" de los s ajones, a
las recepciones de la burguesía y al café de los mediterráneos.
En esas cer emonias —naciona les, locales, gre miales o f amiliares— el m exicano se abre al exterior.
Todas ellas le dan ocasi ón de revelarse y dialogar con la di...
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