DIAGNOSTICO DE MUERTE Y ULTIMO PISO BIERCE AMBROSE Y DE SANTIS PABLO
“Último piso” de Pablo De Santis
En Los Signos, de editorial La Página S.A. Publicado por Página 12
© Pablo De Santis
Imagen de tapa: Archivo Campaña Nacional de Lectura
Diseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura
Colección: “Cuentos cortos para el verano”
Ministerio de Educación
Unidad de Programas Especiales
Campaña Nacional deLectura
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República Argentina, 2007
DI A G N Ó S T I C O D E M U E R T E
A MBROSE B IERCE
o soy tan supersticioso como algunos de tus
colegas de ciencia, como tú te complaces en decir
–dijo Hawve r, contestando una acusación que no
había sido hecha– Algunos de ustedes,sólo algunos,
confieso, creen en la inmortalidad del alma, y en
apariciones que tú no tienes la honestidad de llamar
fantasmas. No voy decir más que tengo la creencia de
que a veces los vivos se pueden ver donde no están, en
l u g a res donde estuvieron, donde ellos vivieron mucho
tiempo, quizás tan intensamente, como para dejar sus
i m p resiones en todo lo que los rodeaba. Lo se, en efecto,
puedeser que un ambiente pueda ser tan afectado por la
esencia de una persona como para impre s i o n a r, tiempo
después, su imagen a los ojos de otros. Sin dudas, la
personalidad impresa tiene que ser el tipo justo de
personalidad y los ojos que la perciben tienen que ser el
tipo justo de ojos, los míos por ejemplo.
–Sí, el tipo justo de ojos, sensaciones convincentes del
N
–
lugar erróneo del cereb ro –dijo el Dr. Frayley, sonriendo.
– G racias; uno gusta tener sus expectativas gra t i f i c a d a ;
esto es en réplica de lo que yo supongo que haría alguien
civilizado.
–Disculpa, pero tú dices que lo sabes. Es algo fácil de
decir, ¿no crees? Quizás debieras decirme cómo lo supiste.
–Tu lo llamarás alucinación –dijo Hawve r,– pero no es
así –y le contó la siguiente anécdota.
El último verano, como sabes, fui a la ciudad de
Meridian. Los parientes en cuya casa planeaba
instalarme estaban enfermos, así que busqué otro s
cuartos. Luego de algunas dificultades alquilé una de las
habitaciones libres que antes ocupaba un excéntrico
doctor de apellido Mannering, quien se había ido va r i o s
años atrás, nadie sabía adonde, ni siquiera su agente.
Había construido una casa y vivido allídurante diez
años, acompañado por un viejo sirviente. Su práctica, no
muy extensa, lo mantuvo ocupado durante algunos años.
Pero se vio recluido de la vida social y se convirtió en un
ermitaño. Un doctor del pueblo, que fue la única persona
que tuvo alguna relación con él, me contó que durante su
retiro, se hizo devoto de una única línea de estudio, y
expuso sus resultados en un libro que no fuerecomendado
a la aprobación de sus colegas médicos, quienes, sin
embargo no lo considera ron enteramente sano.
No tuvo oportunidad de ver el libro y no pudo re c o rd a r
su título, pero me dijo que exponía una teoría extra ñ a .
Decía en él, que era posible que una persona de buena
salud pudiera pronosticar su propia muerte con pre c i s i ó n ,
varios meses antes del eve n t o. El límite, creo, eran
dieciocho meses. Hubo cuentos locales sobre que había
e j e rcido sus poderes de pronóstico, que quizás tu llames
diagnóstico; y que las personas a las que advirtió el
deceso, murieron súbitamente en el plazo fijado, sin causa
conocida. Todo esto, por cierto, no tiene nada que ver con
lo que te dije; pienso que puede divertir a un médico.
La casa estaba amueblada, tal como él había vivido.
E rauna oscura morada para alguien que había sido más
que un estudiante, un recluso y creo que me transmitió
algo de su carácter, quizás algo del carácter de su
anterior ocupante. Siempre sentí una cierta melancolía
que no estaba en mi disposición natural, probablemente,
debido a la soledad. No tenía sirvientes que durmieran
en la casa, pero siempre tuve la adicción, como sabes, a
la lectura....
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