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ARTURO CASAS
Universidad de Santiago
Si en seco hago esto, iqué hiciera en mojado?
(D. Quijote, I, 25)
Partiendo de la base de que con El pensamiento de Cervantes (1925) se inaugura una nueva etapa en el conocimiento del autor del Quijote, comenzaremos
este estudio lnalizando las propuestas de Américo Castro. De ellas nos interesaráparticularmente la concepción y juicio de las raíces racionalistas de Cervantes,
así como el ulterior desarrollo de la tesis casticista. Tras el repaso crítico de esas
y otras hipótesis castrianas, trataremos de comprobar la dificultad de un diagnóstico sobre cuál haya sido la ideología, las creencias... de quien tan sólo se manifestó a través de la literatura (un sistema comunicativo functamentado enla
ficción). Desde el convencimiento de que las formas narrativas descubren una
determinada posición axiológica frente al hombre y el mundo propondremos como alternativa una traslación de la discusión -orientada por conceptos como
pacto, bŭsqueda y juego- a términos propios del marco ficcional señalado.
1. LOS ANÁLISIS DE AMÉRICO CASTRO
Independientemente de la consideración que nos merezca lasingular producción filológica e histórica de Américo Castro, parece hoy que nadie le negaría
el haberse constituido en obligado punto de referencia, cuando no en elemento
axial, de la reflexión sobre el ser hispano y sus manifestaciones. Y es que, además de la atención a sus palabras, no sería posible obviar las ricas polémicas
que aquéllas han suscitado. Menéndez Pidal, Ziegler, Spitzer, SánchezAlbornoz, Bataillon, Asensio o el propio Ortega, han contestado, en ocasiones con
indisimulada acritud, puntos de vista del maestro granadino'. Por otra parte, el
1 Algunas de estas discrepancias hermenéuticas han tenido derivaciones casi personalizadas: bajo
esa perspectiva Ilega Guillermo Araya a sugerir que la obra de Sánchez Albomoz puede ser entendida
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seguimiento delpensamiento de Castro ha supuesto siempre una cierta dosis de
prudente expectación. Las repetidas modificaciones de puntos de vista, en ocasiones no sólo periféricos sino incluso de perspectiva general o de sistema, obligan a situar exactamente en el tiempo cualquier referencia a su obra2.
Guillermo Araya ha distinguido dos etapas en la evolución de Castro. Hasta
1938 se desarrollaría la europeísta, conatención a las orientaciones y momentos filosóficos, artísticos, estilisticos, etc., que marcaron el devenir del continente —y con
él, el nuestro propio— desde los dásicos hasta el Romanticismo. Acaso influido por
el estallido de la violencia fratricida, desde 1938 buscaría una explicación singularista de lo hispánico menos atenta a coordenadas genéricas y más preocupada por lo
particular. SegŭnAraya3 , esta segunda etapa alcanza en 1962, con la tercera edición de La realidad histórica de Fspaña, su formulación más distintiva y central.
Julio Rodríguez Puértolas, siguiendo a Araya, admite la existencia de tales
etapas4 e indica que, en lo relativo a los estudios cervantinos, el cambio de rumbo se materializa ya en 1941 con «Los Prólogos al Quijote5». Establece, además,
en este nivel, dospuntos cenitales y representativos centrados en El pensamiento
de Cervantes para la primera etapa, y en Hacia Cervantes (1957) y Cervantes y
los casticismos españoles (1967) para la segunda. Veremos cuáles son las líneas
fundamentales de estos estudios.
Ya antes de 1925, Américo Castro había hecho alguna aproximación al autor
del Quijote. Concretamente, en 1916 publica en la Revista de FilologíaEspañola
un análisis del concepto del honor en la época áurea, que contempla la especificidad cervantina al oponer la esfera de lo conceptual a la de lo vivencial (honor
y honra). En 1923, además, lee en Santiago de Chile una conferencia con el título
como la de un Anti-Castro, o que la distonía con el autor de La rebelión de las masas proviene de la
falta de reconocimiento de una influencia...
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