diario de la guerra del cerdo

Páginas: 192 (47909 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2013
ADOLFO BIOY CASARES

Diario de la guerra
del cerdo

Altaya

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© Para esta edición: 1999, Ediciones Altaya, S.A.
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FOTOMECÁNICA: Dos Digital
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I
Lunes, 23 — miércoles, 25 de junio
ISIDORO VIDAL conocido en el barrio como don Isidro, desde el último lunes prácticamente no salía de
la pieza ni se dejaba ver. Sin duda másde un inquilino y sobre todo las chicas del taller de costura de la sala
del frente, de vez en cuando lo sorprendían fuera de su refugio. Las distancias, dentro del populoso caserón,
eran considerables y, para llegar al baño, había que atravesar dos patios. Confinado a su cuarto, y al
contiguo de su hijo Isidorito, quedó por entonces desvinculado del mundo. El muchacho, alegando sueño
atrasadoporque trabajaba de celador en la escuela nocturna de la calle Las Heras, solía extraviar el diario
que su padre esperaba con ansiedad y persistentemente olvidaba la promesa de llevar el aparato de radio a
casa del electricista. Privado de ese vetusto artefacto, Vidal echaba de menos las cotidianas “charlas de
fogón” de un tal Farrell, a quien la opinión señalaba como secreto jefe de losJóvenes Turcos, movimiento
que brilló como una estrella fugaz en nuestra larga noche política. Ante los amigos, que abominaban de
Farrell, lo defendía, siquiera con tibieza; deploraba, es verdad, los argumentos del caudillo, más enconados
que razonables; condenaba sus calumnias y sus embustes, pero no ocultaba la admiración por sus dotes de
orador, por la cálida tonalidad de esa voz tan nuestra y,declarándose objetivo, reconocía en él y en todos
los demagogos el mérito de conferir conciencia de la propia dignidad a millones de parias.
Responsables de aquel retiro —demasiado prolongado para no ser peligroso— fueron un vago dolor de
muelas y la costumbre de llevarse una mano a la boca. Una tarde, cuando volvía del fondo, sorpresivamente
oyó la pregunta:
—¿Qué le pasa?
Apartó la mano ymiró perplejo a su vecino Bogliolo. En efecto, éste lo había saludado. Vidal contestó
solícitamente:
—Nada, señor.
—¿Cómo nada? —protestó Bogliolo que, bien observado, tenía algo extraño en la expresión—. ¿Por qué
se lleva la mano a la boca?
—Una muela. Me duele. No es nada —respondió sonriendo.
Vidal era más bien pequeño, delgado, con pelo que empezaba a ralear y una mirada triste, que...
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