Diario de una canci n

Diario de una canción
Después de bastante tiempo una anciana se dio cuenta que su ático estaba muy sucio y por ello se dio a la tarea de limpiarlo. Comenzó observando bellas fotos familiares, algunas cosas de cuando era pequeña, suropa y libros de cuando iba en la escuela. Al seguir mirando lo que estaba ahí se dio cuenta de que en el fondo de una caja había un pequeño libro que decía “mi diario personal” al mirarlo, rápidamente lo tomo entre sus manos y se dio cuenta de que fue de ella cuando era una adolescente. En el momento que comenzó a leerlo recordó todo en un instante. Y esto decíanaquellas páginas del libro, que ella nos contará:
“Esa mañana arrojé el diario contra la pared. No estaba segura de por qué lo había hecho. Antes pensaba que los periódicos se centraban en las tragedias, y en ese entonces me di cuenta de que lo único que les atraía era la violencia, que la muerte sin ella no interesaba, por más que era colectiva y te deje sola, que es la tragedia más grande quehay.
Recuerdo que un viernes caí en una de mis recurrentes depresiones, y fui socorrida por un débil recuerdo extraído de mi infancia, cuando mis padres me aplacaban mis ganas de ser mayor, cantándome esta hermosa canción:
“Si de verdad quieres crecer y no envejecer nunca vayas deprisa ni tampoco lento el secreto es ir a la inversa del tiempo pero nunca deprisa ni tampoco lento sólo hay que ir a lavelocidad del tiempo para así comenzar a crecer y no envejecer.
El que acelera el paso descubre la nostalgia el que se queda en el momento se queda más el que decide crecer conservando al niño avanza hacia atrás recuperando su inicio y los recuerdos que traspasan el ombligo (bis)…”.
Cuando yo era niña no le prestaba mucha atención a la letra, sólo me dejaba llevar por la melodía que me hacíasentir arropada por un hogar. Recordaba algo más que la voz cálida de mis padres, recordaba cada uno de los instrumentos que armonizaban la letra; y, envuelta en esas sensaciones, comenzaba a sentirme bien, verdaderamente bien. Era como si el recuerdo pasara a ser un presente que me introducía en un espacio donde la tristeza y la rabia estaban prohibidas. No obstante, el hambre y luego el sueño mesacaron de mi burbuja, pero la sonrisa me quedó en mi rostro.
Me acuerdo que a la mañana siguiente me desperté con la firme idea de conseguir esa canción –cruzada que marcó el interés de un museo por el diario–. Recorrí todas las discográficas de la ciudad sin éxito, y tampoco la tuve al preguntársela a mis amigos y conocidos. A raíz de eso, deje mi trabajo, cogí una mochila y recorrí todos los paíseshispanohablantes durante unos cuatro años.
Debido al desconocimiento de los entendidos, y no entendidos, decidí preguntarle a cualquier desconocido si le sonaba esa canción (yo estaba segura de que no era una canción inventada por mis padres, porque recordaba con claridad la música, y ellos no sabían tocar ningún instrumento ni mucho menos componer). Así que ingenie muchas formas para llegar a lagente y otras tantas para conseguir financiación. Coordine una serie de obras con el Teatro de los Andes para adentrarme en decenas de comunidades recónditas, convencí a Alberto Spinetta y a Mercedes Sosa para realizar actuaciones en varias ciudades y pueblos de Argentina… y monté un centenar de acciones con actores callejeros y músicos de 18 países. Pero ninguna persona me dio lo que buscaba.Al terminar mi diario, en el lunes final, escribí: “Convencida de que yo era quien le había puesto instrumentos a esa canción familiar, decidí irme a cualquier parte. Estiré la mano y un autobús amarillo se detuvo. Había un asiento vacío junto a la ventana, al lado de un niño que llevaba un mandil con el nombre Gonzalo bordado en el pecho. El bus comenzó a moverse mientras yo no podía retener las...