Diego Montañez
a estas campiñas risueñas
que con tu copa decoras
y tu sombra placentera?
Dicen que el dulce Dalmiro,
Dalmiro aquel que las selvas
y deestos campos los hijos
no sin lágrimas recuerdan,
compró de un agreste joven
tu amenazada existencia;
en este alcor, estos valles,
viva su memoria eterna.
Delhuérfano desvalido,
de la infeliz zagalejo,
del menesteroso anciano
él consolaba las penas.
Extiende, samán, tus ramas
sin temor al hado fiero,
y que tu sombra amigable
alcaminante proteja.
Ya vendrán otras edades
que más lozano te vean,
y otros pastores y otros
que huyan cual sombra ligera;
mas del virtuoso Dalmiro
el dulce nombreconserva,
y dilo a los que pisaren
estas hermosas riberas.
Di, ¿de tu gigante padre,
que en otros campos se eleva,
testigo que el tiempo guarda
de mil historias funestas, viste en el valle la copa
desamando las tormentas?
¿los caros nombres acaso
de los zagales conservas
que en siglos de paz dichosos
poblaron estas riberas,
y que lahorrorosa muerte,
extendiendo el ala inmensa,
a las cabañas robara
que dejó su aliento yermas?...
Contempló tu padre un día
las envidiables escenas;
violas en lutotornadas,
tintas en sangre las vegas;
desde entonces solitario
en sitio apartado reina,
de la laguna distante
que baña el pie de valencia.
Agradable en las aguas
verflotar su sombra bella,
mientras besaban su planta
al jugar por las praderas.
Del puro catuche al margen,
propicios los cielos quieran
que, más felice, no escuches
tristeslamentos de guerra;
antes, de alegres zagales
las canciones placenteras,
y cuando más sus suspiros
y sus celosas querellas.
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