diez negritos
Agatha Christie
DIEZ NEGRITOS
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Diez Negritos
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Diez Negritos
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Diez negritos se fueron a cenar. Uno de ellos se asfixió y quedaronNueve. Nueve negritos
trasnocharon mucho. Uno de ellos no se pudo despertar y quedaronOcho. Ocho negritos viajaron por el Devon. Uno de ellos se escapó y quedaronSiete. Siete negritos
cortaron leña con un hacha. Uno se cortó en dos y quedaronSeis.
Seis negritos jugaron con una avispa. A uno de ellos le picó y quedaronCinco. Cinco negritos
estudiaron derecho. Uno de ellos se doctoró y quedaron Cuatro.
Cuatro negritos fueron a nadar. Uno de ellos se ahogó y quedaronTres. Tres negritos se pasearon por el Zoológico. Un oso les atacó y quedaronDos.
Dos negritos se sentaron a tomar el sol. Uno de ellos se quemó y quedó nada más queUno. Un
negrito se encontraba solo. Y se ahorcó y no quedó...
¡Ninguno!
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Confortablemente instalado en la esquina de un departamento de primera clase, el juez
Wargrave, jubilado hacía poco, echaba bocanadas de humo de su cigarro, recorriendo además con mirada sagaz las noticias políticas del Times. De pronto puso el diario sobre el asiento y
echó un vistazo por la ventanilla. En este momento el tren pasaba por el condado de Somerset. El
juez consulto su reloj: todavía le quedaban dos horas de viaje. Entonces recordó los artículos
publicados en la Prensa sobre el asunto de la isla del Negro. Desde luego se había hablado de un millonario americano, loco por las cosas del mar, que había ocupado esta pequeña isla y había
construido en la
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misma una lujosa residencia moderna. Desgraciadamente, la tercera esposa de este rico yanqui
no tenía gustos marinos y por ello la isla, con su espléndida mansión, fueron puestas en venta. Una formidable publicidad se hizo patente en los periódicos, y un buen día se supo que la isla
habíala adquirido un tal mister Owen. Las habladurías más fantásticas no tardaron en circular por
la Prensa londinense. La isla del Negro, decíase, había sido adquirida realmente por miss
Gabrielle Turl. La famosa «estrella» de Hollywood deseaba descansar algunos meses, lejos de los reporteros indiscretos. «La abeja Laboriosa» insinuaba delicadamente que aquélla era una
morada digna de una reina. Merry Weather deslizó que la isla había sido comprada por una
pareja deseosa de pasar allí su luna de miel. Hasta se rumoreaba el nombre del joven lord L...,
alcanzado por las flechas de Cupido. Jonas afirmaba que la isla del Negro había caído en manos del Almirantazgo británico que quería dedicarla a muy secretas experiencias. En breve, la isla del
Negro fue, en aquella temporada, un maná para los periodistas faltos de información. El juez
sacó de su bolsillo una carta cuya escritura era, por así decirlo, ilegible; pero, aun desperdigadas
las palabras, se destacaban unas más que otras con cierta claridad.
Mi querido Lawrence... después de tantos años de haberme dejado sin noticias... Venid a la isla del Negro... un sitio verdaderamente encantador... tantas cosas tenemos para contarnos... del
tiempo pasado... en comunión con la naturaleza... tostarse al sol... a las 12.40 salida de
Paddington.... a
Y la carta terminaba así:
Siempre vuestra, CONSTANCE CULMINGTON
Adornando su firma con una gran rúbrica. El juez Wargrave intentó recordar la fecha exacta de ...
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