Discernimiento en tiempos desolados
Profesor de Teología
en la Universidad Comillas
Madrid
Tiempo desolado y frío
Hace años, cantábamos aquello de Joan B. Humet que decía, más o menos: «habrá que
hacernos a la idea - que está subiendo la marea - y esto no da más de sí». Parece, en
efecto, que ha subido la marea y que realmente esto no da más de sí.
Está de más volver sobre las causas que nos han llevado apercibir este tiempo como
«extintor-de-muchos futuros». Ha subido la marea, y el fuego -la pasión- junto al que se
contaban las viejas historias sobre Dios y sus criaturas se ha extinguido. Vivimos épocas
oscuras, desoladas, porque el fuego se apagó, y lo de Dios y sus criaturas parece que no
da más de sí.
Cuando abrimos el libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola y nosencontramos con las reglas o criterios para discernir el paso del Espíritu de Vida por
nuestras personas y nuestra historia, nos encontramos con lo siguiente:
«Llamo desolación todo el contrario de la tercera regla (sobre la consolación); así como
oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas baxas y terrenas, inquietud a
varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia,sin esperanza, sin amor,
hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor», [EE. 317].
La descripción que hace Ignacio no necesita mucha glosa. Nuestro tiempo es oscuro,
turbado, con tendencia a la satisfacción inmediata de deseos, inquieto, con vacío de
fidelidades, sin esperanza, sin amor, perezoso, tibio y triste, «como separado de su
Criador y Señor».Reconocer nuestro tiempo de este modo es molesto y parece ser asunto de «profetas
de calamidades» y de dinámicas de apocalipsis milenaristas (ya es casualidad que el año
2000 coincida con estos tiempos; no nos favorece absolutamente nada, porque el fin del
milenio se convierte en coartada para desplazar los problemas y favorecer el negocio de los
nuevos traficantes del dolor). Más bien reconocerlosasí es un asunto de honradez con la
realidad.
En qué mundo vivimos, «no lo saben ni lo sabrán jamás quienes huyen del mundo, y
menos aún quienes se conforman según él» (J.B. Metz-T. Rainer)2. Posiblemente ahora
nos estemos dando cuenta de que muchos cristianos hemos descubierto el mundo «tarde y
mal» y pasamos precipitadamente de la «fuga mundi» a la «fascinatio mundi». Esta
precipitaciónno discernida -posiblemente no se podía hacer todo al mismo tiempo- nos ha
hecho personas muy conformadas con la realidad presente y sin posibilidad de percibir el
tiempo desolado y frío.
Personas y comunidades sin capacidad de resistirse a este mundo en el que se ha
enfriado el amor («Al crecer la maldad [anomía] se enfriará el amor en la mayoría, pero el
que resista hasta el final sesalvará»: Mt 24,12-13). Un mundo en el que malvivimos sin
pasión y sin amor y ante el cual resistirse no merece la pena, porque ya no puede ser de
otra manera («El que esto pueda ser de otra manera» es ya cuestión de celebrarlo en
cumpleaños de épocas en que parecía posible).
¿Nos dice algo el Espíritu en estos tiempos?
Siguiendo los criterios de discernimiento de Ignacio de Loyola, apareceun indicador
clave: hemos perdido la capacidad de vivirnos desde la Gratuidad y de mantenernos en
una actitud «reverente» ante el Misterio de Dios, el mundo y los otros.
Las reglas de discernimiento de primera semana de los Ejercicios Espirituales pueden ser
leídas en la clave de haber perdido esta dimensión de Gratuidad «alzando nuestro
entendimiento en alguna soberbia o gloria vana,atribuyendo a nosotros...» [EE. 322].
El tiempo desolado nos tiene que hacer conscientes de que nos hemos hecho «tibios,
perezosos o negligentes» [EE.322] en el seguimiento de Jesús. Tenemos que responder
con lucidez y con una cierta crueldad a la pregunta lanzada hace dos mil años: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8,29). Esta pregunta desenmascara nuestra tibieza y
pereza. Es una...
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