discurso de egresado de derecho
Ahorita estamos en uno de esos raros momentos en que todos pensamos y
sentimos lo mismo. Este momento representa, para todos los que hoy nos graduamos, la
culminación de años de esfuerzo y dedicación, de códigos civiles subrayados,
de desvelos en época de parciales y de manchas de café en libros y guías: un
esfuerzo digno de titanes, especialmente cuando la mayoría lo hizo después de
ya haber cumplido una jornada de trabajo. El título que nos acaban de entregar
significa para todos nosotros –y para nuestros familiares y seres queridos–el
momento en que vemos recompensado todo nuestro esfuerzo.
Por eso no me propongo más que hablarles como lo que soy, y creo que en
cierta medida todos somos: Profesionales con expectativas, con ansiedades, no
tan claros de por dónde van los tiros, entusiasmados (pero asustados al mismo
tiempo) porque la vida nos cayó encima de repente.
Siendo eso así, sólo tengo una cosa qué decir: tenemos que ser más como Don
Quijote, parecernos en espíritu. Sí, eso es todo.No es que vamos a salir a combatir molinos, en Venezuela están escasos, y creo que combatir
mototaxistas no sea buena idea. Hay que ser como Don Quijote porque él tiene
tres características fundamentales: es LOCO, es INGENUO y es VALIENTE.
Características que nos podrían parecer exactamente las contrarias a las que
debe tener un joven profesional.
Comencemos por la locura: En una realidad en la que se espera que seamos
razonables y cuerdos para ser exitosos, hablar de locura es tan absurdo como
proponer que vayamos al trabajo montados en un elefante. (Creo que todavía
no han inventado un vao para esos… pero tal vez el hombrillo sirva).Pero no.
No hablo de ese tipo de locura, de la que hace que termines en un manicomio en una camisa de fuerza. Hablo de la locura que se confunde con la pasión, de
la locura que hace que uno sea una persona de verdad, de la locura que te hace
estar loco por vivir, loco por hablar, loco por ser salvado, de la locura que te
hace querer todo y nada al mismo tiempo, de la locura que inspira a los hombres y mujeres a hacer grandes cosas; de la locura que seguro dijeron que
padecía Miranda cuando se propuso montarse en el Leander e intentar liberar
Venezuela; de la locura que tuvo Mandela cuando siendo negro se propuso ser
presidente de un país sumido en el racismo; o de la locura que le entró a
Ghandi cuando se planteó una India sin la opresión de los ingleses. ¿No creen que a todos ellos les dijeron que estaban locos? Cuantas cosas buenas tenemos
hoy en día gracias a quienes en algún momento tildaron de locos…
Así como un escultor puede imaginar la obra que saldrá de un bloque de
piedra, nosotros, como seres humanos, y más aún, como abogados, tenemos la
posibilidad (y me atrevo a decir: EL DEBER) de imaginarnos realidades
diferentes ymejores a las que conocemos. Al hacer esto corremos el riesgo de
que nos llamen locos. Pero,¡nadie ha hecho algo que valga la pena en esta vida
sin que antes le hayan dicho que estaba loco!. Que nos lo digan. Confío que es
una etiqueta que llevaremos orgullosamente en la frente.
Vamos entonces con la ingenuidad, la segunda característica de nuestro amigo
Don Quijote. La ingenuidad es acaso lo que el sentido común nos dice que menos debería tener un abogado: en un mundo de “piensa mal y acertarás” y de
“al enemigo ni agua”, de horas facturadas y del “sálvese quien pueda”un
abogado que pretenda ser ingenuo va a parecer más estúpido que un niño que
intente volar un papagayo de piedra…
Y eso‐es‐GRA‐VE. Pareciera que hay una epidemia de ateísmo jurídico. Los ...
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