Discurso de juan pablo ii contra la discriminación racial.
Sr. Presidente,
Estimados amigos,
1. He aceptado de buen grado vuestra solicitud de recibiros en audiencia porque lo he considerado unamuestra de aprecio por lo que está haciendo la Iglesia Católica para defender la dignidad de la persona humana y, en particular, para luchar contra todas las formas de discriminación racial.
Vuestro Comité no es ajeno a este lugar y está familiarizado con las enseñanzas de la Iglesia, a menudo reafirmadas, y con la posición de la Santa Sede en materia de discriminación racial y apartheid.
Hace 10años, el 22 de mayo de 1974, mi predecesor, Pablo VI, recibió al Comité e indicó las bases del compromiso cristiano para con la causa de la promoción de la dignidad humana. La reunión de hoy me da la oportunidad de subrayar una vez más los principios que rigen ese compromiso. La creación del hombre por Dios “a su imagen” (Gén. 1,27) confiere a toda persona humana una dignidad eminente; tambiénpostula la igualdad fundamental de todos los seres humanos. Para la Iglesia, esta igualdad, arraigada en el ser humano, adquiere la dimensión de una fraternidad especial a través de la encarnación del Hijo de Dios, cuyo sacrificio redimió a todos los pueblos. En la Redención realizada por Jesucristo la Iglesia ve otra base de los derechos y deberes de la persona humana. Por consiguiente, toda formade discriminación basada en la raza, ya sea que se practique en forma ocasional o sistemática, y que esté encaminada a los individuos o a todo un grupo racial, es totalmente inaceptable. El Apóstol San Pablo dice muy claramente : “Donde no hay griego ni judío, circuncisión o incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre; más Cristo es el todo y en todos” (Col. 3,11).
2. Lamentablemente, comotuve que observar en ocasión de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial; “… el flagelo de la discriminación racial, en todas sus formas, sigue desfigurando nuestra era. Niega la igualdad fundamental de todos los hombres y mujeres, proclamada por las diferentes declaraciones de las Naciones Unidas, pero, sobre todo, procedente de Dios” (21 marzo 1984).También quisiera evocar el hecho de que Pablo VI, en su última declaración formulada al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, se refirió al conflicto racial en Africa y mencionó “el intento de crear estructuras jurídicas y políticas en violación de los principios del sufragio universal y de la libre determinación de los pueblos” (14 enero 1978).
La Santa Sede está siguiendo de cerca laevolución de la situación en Africa Meridional y ha demostrado repetidas veces su preocupación por que se respeten los derechos de los individuos y de los pueblos que allí viven.
3. En este contexto, quisiera recordar dos aspectos particulares del problema que existe en esa parte del mundo. Se trata de dos aspectos que plantean cuestiones complejas, graves y difíciles, pero que son fundamentalespara el futuro de la región y para el bienestar de sus pueblos. Me refiero al problema de la independencia de Namibia, el cual cité en mi alocución al Cuerpo Diplomático el 14 de enero pasado, y al problema del desplazamiento de gran número de personas en Sudáfrica.
La razón que me mueve a mencionar esas dos cuestiones no es que la Santa Sede desee formular propuestas de carácter político. LaSanta Sede no ignora las numerosas consecuencias políticas que se derivan de estas cuestiones, pero su interés se encuentra a otro nivel : el de la persona humana. Y es a este nivel que esas cuestiones causan profunda inquietud, porque el peso del sufrimiento que afecta a los individuos y las comunidades interesadas es muy grande. La Iglesia Católica, fiel a su misión en el mundo, comparte esos...
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