discurso
GRADUACIÓN DE ALUMNOS DE PREGRADO DE LA UNIVERSIDAD
TÉCNICA FEDERICO SANTA MARÍA
Quiero iniciar estas palabras agradeciendo a nuestras
distinguidas autoridades, padres y madres, apoderados,
secretarias, funcionarios y en especial a ustedes compañeros,
por vuestra presencia en esta anhelada celebración.
Debo admitir que hablar desde esta tribuna produce unaemoción especial pues hoy es un día simbólico donde
comienza
una
nueva
etapa
como
egresados
de
la
Universidad Técnica Federico Santa María.
Estas palabras intentan evocar la vida que cobijamos al alero
de nuestra alma mater y revivir esas memorias, sentimientos
colectivos
y
aspiraciones
como
miembros
de
esta
comunidad. A pesar de que estos representantan sólo un
breve pasaje en la historia de la institución, creo que vale la
pena mirarlos en perspectiva, ahora que nos vamos.
1
Y así me remonto a aquella mañana de Marzo de mil
novecientos noventa y tantos, cuando por vez primera asistí a
clases, entre una poderosa audiencia de rostros venidos de
todas las esquinas de Chile e incluso de más allá.
Intuyo que algunos, sino todos,sentíamos una exquisita
mezcla de satisfacción y asombro al caminar por los pasillos
de la universidad. Su fachada asomaba majestuosa sobre el
Cerro Placeres, dominando la bahía desde Playa Ancha hasta
el rubio lomo de las dunas de Concón, e imponente nos
recibía cada mañana.
Un muy buen día de abril de aquel primer año, quise
participar de la fiesta mechona, buscando conocer ese
nuevo mundo.Caminamos en grupo a los límites de la U, “al
Chile”, e hicimos un brindis por los nuevos compañeros en la
Avenida Placeres. Casi todos lucían una pulida calva tras
haber sido mechoneados por quienes, en aquellos instantes,
se mostraban como los viejos de segundo. Algunos, sin
embargo, exhibíamos aun sendos mechones en un tono
desafiante, pues creíamos ser maduros e invulnerables.
2A poco andar, tropezamos con las físicas, las matemáticas y
todo el clan de científicos de apariencia supranatural en los
salones más alejados de la universidad. Esporádicamente
asomaban en el patio central con sus delantales blancos y
barbas abundantes, sembrando el misterio a su pasar,
mientras devorábamos atónitos el típico queso caliente y el
cafecito del quiosco.
Ellos fueronresponsables de muchos dolores de cabeza,
producto de las horas de insomnio zambullidos entre
integrales y vectores. Pero a pesar de aquello, comprendí que
fueron capaces de inculcar un sentido lógico y racional de
ver las cosas. Nos enseñaron a describir la realidad
admirando a Newton y a las ciencias puras que a fin de
cuentas tuvimos el placer de conocer.
Debo confesar que aún recuerdograndes pequeñeces de
aquellos días, como la célebre regla nemotécnica que decía
algo así como “un día vi una vaca vestida de uniforme” y que
de suyo simboliza la simpleza del lenguaje que aprendíamos.
Pasaron los meses y siempre somnoliento, subí los muchos
peldaños del frontis para asistir a clases. El invierno se
interrumpía a ratos por el insolente mar y las tormentas
despidieron a varioscompañeros. Como fuera la tónica en los
años siguientes, algunos tomaron nuevos caminos y nuestra
generación se fue encogiendo.
3
Algunos miraban a su tierra natal y encontraban en los
jardines
de
la
universidad
algo
de
consuelo.
Otros,
invocábamos sin quizás darnos cuenta, el lema de nuestra
universidad, “ex umbra in solem”, para retomar la senda y
seguiradelante.
Con el tiempo nos creció el pelo y ya no hubo razones para
recortarlo.
A
medida
que
se
alargaban
los
bigotes,
conocíamos más aquel estructurado universo de la ingeniería.
Los años siguientes fueron de ideales; esos locos años en que
ya no sólo queríamos salvar el ramo, sino que ansiábamos
explorar más allá de los límites del mundo académico.
Sagradamente...
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