Discursos

Páginas: 18 (4285 palabras) Publicado: 7 de diciembre de 2012
Amanecer - Libro 1 - La Larga Noche
—Ya te echo de menos.
—No tengo por qué irme. Puedo quedarme...
—Mmm...

Durante un buen rato se hizo un silencio sólo roto por el golpeteo de mi corazón, rítmico como el de un tambor, la cadencia desacompasada de nuestras respiraciones y el susurro de nuestros labios mientras se movían de forma sincronizada.

Algunas veces era muy fácil olvidar quebesaba a un vampiro. No porque pareciera corriente o humano, ya que no podía olvidar ni por un segundo que tenía entre mis brazos a alguien más parecido a un ángel que a un hombre, sino porque Edward hacía que pareciera natural tener sus labios contra los míos, contra mi rostro y mi garganta. Él aseguraba haber superado hacía mucho la tentación que le suponía mi sangre, pues la idea de perderme lehabía curado del deseo que sentía por ella, pero yo sabía que el olor de mi sangre aún le causaba dolor y que todavía ardía en su garganta como si inhalara llamas.

Abrí los ojos y me encontré los suyos abiertos también, clavados en mi rostro. Nada parecía tener sentido cuando me miraba de esa manera, como si yo fuera el premio, en vez de la afortunada ganadora por pura chiripa.

Nuestrasmiradas se entrelazaron durante un momento; sus ojos dorados eran tan profundos que imaginé estar mirando en realidad el mismo centro de su alma. Me parecía una sandez de tomo y lomo que alguna vez se hubiera puesto en tela de juicio la existencia misma de su alma, incluso a pesar de que él fuera un vampiro, pues no conocía un ánima más hermosa que la suya, más aún que su mente aguda, su semblanteinigualable o su cuerpo glorioso.

Me devolvió la mirada como si él también estuviera viendo mi alma y como si le gustara lo que veía.

Pero Edward no podía ver en el interior de mi cerebro como sí podía hacerlo en el de los demás.

Nadie sabía el motivo, pero algún problema extraño en mi cerebro me hacía inmune a todas las cosas extraordinarias y terroríficas que los inmortales pudieran hacer.Ahora bien, a salvo sólo estaba mi cerebro, porque mi cuerpo todavía permanecía expuesto a las habilidades de los vampiros que actuaban de manera distinta a la de Edward. A decir verdad, yo estaba muy agradecida a cualquier disfunción que fuera capaz de mantener mis pensamientos en secreto para él. Desde luego, resultaba bastante embarazoso considerar la alternativa.

Acerqué su rostro al míootra vez.

—Definitivamente me quedo —murmuró un momento más tarde.
—No, no. Es tu despedida de soltero. Debes ir.

Dije las palabras, pero los dedos de mi mano derecha se trabaron en su cabello broncíneo, mientras presionaba la izquierda con fuerza contra la parte más estrecha de su espalda. Me acarició la cara con esas manos heladas suyas.

—Las despedidas de soltero están diseñadas paraquienes se entristecen por el fin de sus días de libertad. Y yo no podría desear más el dejarlos a mi espalda. Así que realmente no tiene mucho sentido.
—Eso es verdad —suspiré contra la piel de su garganta, fría como el invierno.

Esto se acercaba mucho a mi lugar feliz. Charlie dormía ajeno a todo en su habitación, por lo que era casi lo mismo que si estuviéramos solos. Estábamos acurrucados enmi pequeña cama, tan entrelazados como era posible, considerando la chaqueta acolchada en la que estaba envuelta como si fuera un capullo. Odiaba la necesidad de estar enroscada en una manta, pero claro, lógicamente, cualquier escena romántica se arruina cuando los dientes te empiezan a castañetear. Y por supuesto, Charlie se daría cuenta si enchufaba la calefacción en agosto...

Al menos, siquería abrigarme más, tenía la camiseta de Edward en el suelo. Nunca conseguía superar la conmoción que me producía la visión de su cuerpo tan perfecto, blanco, frío, pulido igual que el mármol. Deslicé la mano por su pecho duro como la piedra, recorriendo los lisos músculos de su estómago, maravillándome. Le atravesó un ligero estremecimiento y su boca buscó la mía de nuevo. Con cuidado, dejé que...
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