Discursos
Dr. Rafael A. Calderón Guardia
Los pobres de la tierra.org
Setiembre de 1942
Hay en la vida de todo hombre una demanda constante de racionalización de sus propios actos. Como un reflejo de la conciencia o como un mandato de la razón, esa necesidad se multiplica para el hombre que ejerce el poder público.
En la vidacorriente el individuo no tiene más deberes que los que la sociedad le impone en sus relaciones con el medio en que se desenvuelve su vida, esto es, en lo que respecta a las obligaciones para con la familia de la que forma parte y en lo que se refiere a su dependencia económica y social de las instituciones que a la vez que le sirven, son por él servidas. En realidad es su conciencia la que le impone,en la intimidad de su ser, la explicación de su conducta y el análisis de los impulsos, ideas y motivaciones que dirigen aquélla.
En cuanto al caso del hombre que ejerce el Poder, éste está doblemente obligado a explicar no sólo la significación y los móviles de sus acciones, —por la proyección social que éstas tienen—, sino que, además, debe abrir su pensamiento y su voluntad para que no hayaocultamientos que desnaturalicen sus intenciones más íntimas, en un cotejo constante entre sus actitudes y sus deberes históricos, de suerte que satisfaga no sólo su propia conciencia individual, sino también a la colectividad social, a la que podríamos llamar "la Conciencia Colectiva", formada por la opinión pública de su época, a la vez que por el juicio de la posteridad.
Es evidente que faltaríaa ese deber esencial de mi condición de Gobernante si no procediese de acuerdo con ese mandato que está implícitamente contenido en la Constitución Política del país, al establecer ésta la responsabilidad del Jefe del Estado ante el Poder Legislativo, durante el período de ejercicio y después de haber ejercido el Poder. Debo, por lo mismo, dar esa satisfacción a la ciudadanía, particularmente enlo que se refiere a la acción social de mi gobierno y, concretamente, a las reformas que en ese orden han sido propuestas en lastres legislaturas que corresponden al período constitucional en proceso.
Pero más que el gobernante quiere hablar el hombre.
Para juzgar al primero hay abundancia de documentos oficiales: cada uno de sus actos ha estado expuesto a la luz del análisis del país. Suspalabras, sus actitudes, y aun su intimidad personal, son del dominio público. Los elementos de juicio que de su gobierno han emanado, son objeto de las más opuestas interpretaciones, adversas o benévolas, según el criterio que las informe. ¡Pero cuán pocos conocen al hombre! ¡Cuántas veces la pasión de propios y de extraños deforma su fisonomía moral o desnaturaliza su sinceridad!
Esa contraposiciónde sentimientos, esa lucha entre lo que nos es más caro y lo lo que nos es más íntimo, con lo que la gente piensa de las intenciones y sentimientos del hombre en el Poder, son parte principal del lote de dolor y de amargura que todo gobernante debe aceptar como inherente a su elevado cargo. Y así lo comprendo. Pero de esa mismacomprensión es que nace mi deseo de hablar sin las limitacionesimpuestas por el protocolo, sin la obligada parquedad del lenguaje de los documentos oficiales, es decir, libre de ataduras, como un costarricense inspirado por el amor a su pueblo, como un ciudadano que sólo se diferencia de los demás compatriotas por el hecho de disponer de mayores posibilidades para realizar el bien de su patria, —olvidado casi siempre del suyo propio—, si su juicio no se extravía o sisu voluntad no yerra el camino.
Situado en ese terreno de sinceridad, nada pueden afectarme las consecuencias que mi actitud de absoluta franqueza llegue a acarrearme, ni inspirarme temor las armas con que pueda atacárseme por mis ideas o por la solución dada a los problemas nacionales conforme a sentimientos o conceptos forjados a través de mi vida.
No se me oculta que para proceder de ese...
Regístrate para leer el documento completo.