divagacion

Laptop, jeans, botas, armas con las que abandono la calidez de mi pijama y decido ir por un café americano (el más barato) gracias al cual puedo aprovechar la ventaja del internet gratuito en la cafetería local. Paso una hora (más o menos) sin hacer nada en facebook, twitter, pinterest y redes sociales del estilo. Mis amigos comentan alguna publicación, alguien subió una foto mía y de la pantallase apoderan imágenes interminables de todo lo que todos hacen todo el día: desayunos fotografiados que intentan demostrar un estilo de vida superior, holgado o algo así; fotografías de gatos, situaciones cómicas, frases cursis e idiotas sobre un fondo donde se aprecia un atardecer en la playa y hasta la imagen conmovedora donde algún rescatista salva a un perrito de la muerte.
A veces quisieradecir que existe demasiada información, que deben callarse. Pero no es cierto, sería una mentira a sabiendas de que soy partícipe de aquel intercambio absurdo. Hoy en la mañana, por ejemplo, hice una descripción puntual en twitter de mi desayuno. Alguien lo marcó como favorito. ¿Favorito? Eso no es nada, yo marqué como favorito un chiste bastante malo. ¿Apariencias? No lo sé, pero es cansado.
Enel café, frente a mí, se sientan un par de viejos, pasan de los setenta años, tienen arrugas en las arrugas, -como diría mi madre- y pagan la cuenta mientras revisan con devoción las monedas que cada uno ha sacado del bolsillo. Detrás de la mesa, un par de jóvenes efebos, bien vestidos, platican y juntos son como una imagen sacada de los recuerdos de Kavafis. Las personas siguen caminando. No tengointenciones de escribir que el pasado es mejor, porque no es cierto. El problema es la enajenación. No las máquinas, no la tecnología, no el tiempo gastado. Es aferrarse a una idea como a un barco que va a naufragar o perder las fuerzas de hacer algo diferente. Hace treinta años ya existía la televisión y ya existía gente que prefería sentar a sus hijos frente al aparato para que los educaraantes que dejarlos salir a correr por las calles. Piénsalo: los padres se entusiasman el primer año y quieren tener pañales ecológicos, compran BabyEinsten y programas educativos del estilo que aseguran que su hijo no será un imbécil cualquiera. Después de un tiempo se dan cuenta que el esfuerzo por formar a una persona es continúo y muchos abandonan el barco: hijo, siéntate frente al televisor y dejaa tus papis trabajar. Hijo, siéntate frente al Xbox, mata zombies o algo y deja a tus papis en santa paz. Y entonces hace más de quince años que el internet llegó a los hogares. Hace diez años el internet llegó a la casa de mis padres mediante el uso de un ya extinto módem con el cual tuve internet gratuito hasta que cambiaron la forma de conectarse (aún ahora, la contraseña robada de algúnvecino funciona a la perfección para conectarme a la red abierta de cierta monopólica compañía de teléfonos) Adolescentes como yo que se declararon al supuesto amor de su vida a través de correos electrónicos con letras de colores. Adolescentes como yo que fueron rechazados por correo electrónico, con un mensaje ambiguo y algo cobarde: “pero seguimos siendo amigos, ¿verdad?”. Y adolescentes como yoque al día siguiente tuvieron que ir a la escuela y rogar por no encontrarse de frente con el objeto de su afecto. Adolescentes como yo que se lo encontraron de frente y tuvieron que fingir que nada pasaba, que todo el mundo virtual había quedado suspendido y que sus reglas no tocaban las del mundo real. Lo cual, sabemos, no es cierto. El correo electrónico es más impersonal que una llamadatelefónica pero afecta de la misma manera. Si el sonido más triste en la época moderna es el que hace el celular de la persona amada cuando no contesta, el correo electrónico es una forma de abandono más que de comunicación. Arrojas una botella al mar, con destinatario y seguro llega, pero pueden no contestar, hacer como que nunca llegó. Sobra decir que he visto cantidad inmensa de correos enviados por...