divina comedia

Páginas: 13 (3035 palabras) Publicado: 28 de mayo de 2014
CANTO XXX
Y cuando el septentrión del primer cielo, que no sabe de ocaso ni de orto; ni otra niebla que el velo
de la culpa, y que a todos hacía sabedores de su deber, como hace aquí el de abajo al que gira el
timón llegando a puerto, inmóvil se quedó: la gente santa que entre el grito y aquel primero vino,
como a su paz se dirigió hacia el carro; y uno de ellos, del cielo mensajero,'Veni sponsa de Libano’,
cantando gritó tres veces, y después los otros.
Cual los salvados al último bando prestamente alzarán de su caverna, aleluyando en voces
revestidas, sobre el divino carro de tal forma cien se alzaron, ad vocem tanti senis, ministros y
enviados del Eterno.
'¡Benedictus qui venis!' entonaban, tirando flores por todos los lados '¡Manibus, oh, date ilia plenis'
Yo hevisto cuando comenzaba el día rosada toda la región de oriente, bellamente sereno el demás
cielo; y aún la cara del sol nacer en sombras, tal que, en la tibiedad de los vapores, el ojo le miraba
un largo rato: lo mismo dentro de un turbión de flores que de manos angélicas salía, cayendo dentro
y fuera: coronada, sobre un velo blanquísimo, de olivo, contemplé una mujer de manto verde vestidadel color de ardiente llama.
Y el espíritu mío, que ya tanto tiempo había pasado que sin verla no estaba de estupor, temblando,
herido, antes de conocerla con los ojos, por oculta virtud de ella emanada, sentió del viejo amor el
poderío.
Nada más que en mi vista golpeó la alta virtud que ya me traspasara antes de haber dejado de ser
niño, me volví hacia la izquierda como correconfiado el chiquillo hacia su madre cuando está triste o
cuando tiene miedo, por decir a Virgilio: «Ni un adarme de sangre me ha quedado que no tiemble:
conozco el signo de la antigua llama. » Mas Virgilio privado nos había de sí, Virgilio, dulcísimo padre,
Virgilio, a quien me dieran por salvarme; todo lo que perdió la madre antigua, no sirvió a mis mejillas
que, ya limpias, no se volvierannegras por el llanto.
«Dante, porque Virgilio se haya ido tú no llores, no llores todavía; pues deberás llorar por otra
espada. » Cual almirante que en popa y en proa pasa revista a sus subordinados en otras naves y al
deber les llama; por encima del carro, hacia la izquierda, al volverme escuchando el nombre mío, que
por necesidad aquí se escribe, vi a la mujer que antes contemplaraoculta bajo el angélico halago,
volver la vista a mí de allá del río.
Aunque el velo cayendo por el rostro, ceñido por la fronda de Minerva, no me dejase verla
claramente, con regio gesto todavía altivo continuó lo mismo que quien habla y al final lo más cálido
reserva: «¡Mírame bien!, soy yo, sí, soy Beatriz, ¿cómo pudiste llegar a la cima? ¿no sabías que el
hombre aquí es dichoso?» Losojos incliné a la clara fuente; mas me volvía a la yerba al reflejarme,
pues me abatió la cara tal vergüenza.
Tan severa cree el niño que es su madre, así me pareció; puesto que amargo siente el sabor de la
piedad acerba.
Ella calló; y los ángeles cantaron de súbito: 'in te, Domine, speravi'; pero del ‘pedes meos’ no
siguieron.
Como la nieve entre los vivos troncos en el dorso deItalia se congela, azotada por vientos boreales,
luego, licuada, en sí misma rezuma, cuando la tierra sin sombra respira, y es como el fuego que
funde una vela; mis suspiros y lágrimas cesaron antes de aquel cantar de los que cantan tras de las
notas del girar eterno; mas luego que entendí que el dulce canto se apiadaba de mí, más que si
dicho hubiese: «Mujer, por qué lo avergüenzas», el hieloque en mi pecho se apretaba, se hizo vapor
y agua, y con angustia se salió por la boca y por los ojos.
Ella, parada encima del costado dicho del carro, a las sustancias pías dirigió sus palabras de este
modo: «Veláis vosotros el eterno día, sin que os roben ni el sueño ni la noche ningún paso del siglo
en su camino; así pues más cuidado en mi respuesta pondré para que entienda aquel que...
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