Divina Comedia
CANTO XXII
De estupor lleno, a mi guía
me volví, como párvulo que corre
3 siempre allí a donde más confía;
y ella, como madre que socorre
enseguida al hijo pálido de anhelos
6 con la voz, que su bien dispone,
me dijo:No sabes que estás en el cielo?
¿y no sabes que el cielo es todo santo
9 y todo lo que aquí se hace viene de buen celo?
Cuánto te habría trasmudado el canto
y mi sonrisa, puedes considerarlo ahora,
12 ya que el grito te ha conmovido tanto;
en el cual, si entendido hubieras su ruego,
tesería notoria ya la venganza,
15 que verás antes de la muerte.
La espada de aquí arriba ni presto corta
ni tarde, como parece a quien
18 con deseo o con temor la aguarda.
Mas a otro vuélvete ahora;
que más ilustres espíritus verás,
21 si como te digo vuelves la vista.
Comoa ella plugo, los ojos retorné
y vi cien esferillas que juntas
24 más bellas se hacían entre sus mutuos rayos.
Yo estaba como el que en sí retiene
la punta del deseo, y no se atreve
27 a preguntar, que de abusarse teme.
Y la mayor y la más luciente
de aquellas margaritas adelante vino, 30 para dejar de sí contento mi deseo.
Luego dentro de ella oí: Si tu vieses
como yo la caridad que entre nosotros arde,
33 tus conceptos habrías expresado.
Pero para que tú, esperando, no te tardes
al alto fin, te daré la respuesta
36 a lo que piensas, que en ti tanto guardas. Aquel monte al que Casino se acuesta,
fue antes frecuentado en su cima
39 por gente tramposa y mal dispuesta;
yo soy quien sobre él llevé primero
el nombre de aquel, que en la tierra expuso
42 la verdad que tanto nos sublima;
y tanta gracia en mí reflujo,
que sustraje a las villas aledañas
45 del impío culto que al mundo sedujo.
Estos otros fuegos, todos contemplantes
hombres fueron, inflamados de aquel calor
48 que brota las flores y los frutos santos.
Aquí está Macario, aquí Romualdo,
aquí mis hermanos que en el claustro
51 aquietaron sus pies y el corazón fiel guardaron.
Y yo aél: El afecto que demostráis
hablándome, y la buena apariencia
54 que veo y noto en todo el ardor vuestro,
ha dilatado tanto mi confianza,
como a la rosa mueve el Sol cuando abierta
57 tanto deviene cuanto tiene de potencia.
Por eso te ruego, y tú, padre, acepta
si tanta gracia recibirpueda, que yo
60 te vea en figura descubierta.
Entonces él: Hermano, tu elevado deseo
se cumplirá arriba en la última esfera,
63 donde se cumplen todos los otros y el mío:
allí es perfecta, madura y entera
toda aspiración; en ella sola
66 toda parte está donde siempre era,
porqueno está en un lugar, ni en polo ancla;
y nuestra escala hasta ella avanza,
69 y por ello tu vista se pierde en ella.
Hacia allá arriba la vio el patriarca
Jacob extender la superior parte,
72 cuando se le mostró de ángeles tan cargada.
Mas, por subirla, nadie hay hoy que...
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