Doble pista agatha christie

Páginas: 12 (2754 palabras) Publicado: 30 de junio de 2011
Agatha Christie
—Por encima de todo que no haya publicidad —dijo el señor Marcus Hardman por decimocuarta vez. La palabra «publicidad» salió durante su conversación con la regularidad de un leimotif. El señor Hardman era un hombre bajo, regordete, con manos exquisitamente manicuradas y quejumbrosa voz de tenor. El hombre gozaba de cierta celebridad, y la vida ociosa de la sociedad opulentaconstituía su profesión. Rico, aunque no un creso, gastaba celosamente su dinero en los placeres que proporcionan las reuniones sociales. Tenía alma de coleccionista y su pasión eran los encajes, abanicos y joyas, cuanto más antiguos mejor. Para el señor Marcus lo moderno carecía de valor. Poirot y yo acudimos a su cita y lo hallamos debatiéndose en una agonía de indecisión. Debido a lascircunstancias, llamar a la policía le resultaba incómodo. Por otra parte, no llamarla era aceptar la pérdida de unas gemas de su colección. Poirot fue la solución. —Mis rubíes, monsieur Poirot y el collar de esmeraldas, que pertenecieron a Catalina de Médicis. ¡Sobre todo el collar de esmeraldas! —¿Y si me explicase las circunstancias de su desaparición? —sugirió Poirot. —Intento hacerlo. Ayer por la tarde diun pequeño té íntimo a media docena de personas. Era el segundo de la temporada y, si bien no debería decirlo, constituyeron todo un éxito. Buena música... Nacoa, el pianista, y Katherine Bird, contralto australiana. »Bueno, a primeras horas de la tarde, enseñé a mis invitados la colección de joyas medievales, que guardo en una pequeña caja de caudales, dispuesta a modo de estuche forrado deterciopelo de color. Esto hace que las piedras luzcan más. Después contemplamos los abanicos ordenados en una vitrina. Y, a continuación, pasamos al estudio para oír música. »Cuando todos se hubieron marchado, descubrí la caja vacía. Debí cerrarla mal y alguno aprovechó la oportunidad para llevarse su contenido. ¡Los rubíes, monsieur Poirot, el collar de esmeraldas... la colección de toda una vida!¿Qué no daría por recuperarla? Sin embargo, ha de ser sin publicidad. ¿Entiende eso bien, monsieur Poirot? Son mis invitados, mis propios amigos. ¡Sería un escándalo! —¿Quién fue el último en salir de esta habitación para ir al estudio? —El señor Johnston. ¿Lo conoce? El millonario sudafricano. Vive en Abbotbury, en Park Lane. Se rezagó unos minutos, lo recuerdo. Pero, ¡seguro que no es él! —¿Alguno desus invitados regresó más tarde con algún pretexto? —Esperaba esta pregunta, monsieur Poirot. Sí, tres de ellos: la condesa Vera Rossakoff, el señor Bernard Parker y lady Runcorn. —Bien, cuente algo sobre ellos. —La condesa Rossakoff es una rusa encantadora, miembro del antiguo régimen. Hace poco que vive en este país. Se había despedido de mí y, por lo tanto, me sorprendió encontrarla en estahabitación, aparentemente mirando hechizada mi vitrina de abanicos.

Doble pista

¿Sabe una cosa, señor Poirot? Cuanto más pienso en ello, más sospechoso me parece. ¿Usted qué dice a eso? —Sí, es muy sospechosa; pero hábleme de los otros. —Parker vino a recoger una caja de miniaturas que yo deseaba mostrar a lady Runcorn. —¿Y lady Runcorn? —Lady Runcorn es una señora de mediana edad queinvierte la mayor parte de su tiempo en asuntos de caridad. Ella regresó a recoger su bolso que se había dejado en alguna parte. —Bien, monsieur. Así, pues, tenemos cuatro posibles sospechosos. La condesa rusa, la gran dame inglesa, el millonario sudafricano y el señor Bernard Parker. ¿Qué es el señor Parker? La pregunta pareció aturdir al señor Hardman. —Es... un joven... bueno, un joven que conozco.—Eso ya me lo imagino —replicó Poirot—. ¿A qué se dedica? —Verá... frecuenta los casinos... claro que no navega muy bien, ¿me comprende? —¿Puedo preguntar cómo se hizo amigo suyo? —Pues... en una o dos ocasiones ha realizado pequeños encargos míos. —Continúe, monsieur. Hardman lo miró lastimeramente. Desde luego, lo último que deseaba era continuar. No obstante, el inexorable silencio de Poirot...
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