docomentos
El círculo rojo
El círculo rojo
Abril de 1911
Sir Arthur Conan Doyle
Sherlock-Holmes.es
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El círculo rojo
ÍNDICE
Pág.
Primera parte
Segunda parte
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El círculo rojo
PRIMERA PARTE
– Bueno, señora Warren, no veo que tenga ningún motivo especial para estar intranquila, ni
comprendo por qué yo, puesto que mí tiempo tiene ciertovalor, debería intervenir en el asunto. La
verdad es que tengo otras cosas en que ocuparme. –Así dijo Sherlock Holmes, y volvió al gran libro
de apuntes en que ordenaba y clasificaba algún material reciente.
Pero la patrona era tan pertinaz y astuta como puede serlo una mujer. Mantuvo firmemente sus
posiciones.
– Usted arregló un asunto de un huésped mío el año pasado –dijo–, el señor FairdaleHobbs.
– Ah, sí; un asunto muy sencillo.
– Pero él no hace más que hablar de eso, de su amabilidad, señor Holmes, y del modo en que
hizo luz en las tinieblas. Recordé sus palabras cuando yo misma me encontré entre brumas y dudas.
Sé que usted podría si quisiera.
Holmes era accesible por el lado de la lisonja y también, para hacerle justicia, por el lado de la
benevolencia. Las dos fuerzas lehicieron dejar el pincel de la goma con un suspiro de resignación y
echar atrás su asiento.
– Bueno, bueno, señora Warren, hablemos sobre eso, entonces. No le molesta el tabaco, me
parece. Gracias, Watson, ¡los fósforos! Está usted inquieta, según entiendo, porque su nuevo
huésped permanece en sus habitaciones y usted no le puede ver. Bueno, señora Warren, si yo fuera
su huésped muchas vecesno me vería durante varias semanas.
– No lo dudo, señor Holmes, pero esto es diferente. Me da pánico; no puedo dormir de miedo.
Oír sus rápidos pasos, moviéndose de acá para allá desde la madrugada hasta altas horas de la
noche, y sin embargo no ver ni un atisbo de él…, es más de lo que puedo soportar. Mi marido está
tan nervioso con eso como yo, pero él pasa fuera todo el día en su trabajo,mientras que yo no tengo
descanso, ¿Por qué se esconde? ¿Qué ha hecho? Salvo por la chica, estoy sola en casa todo el día
con él, y es algo que mis nervios no pueden aguantar.
Holmes se inclinó hacia delante y puso sus largos y flacos dedos en el hombro de la mujer.
Tenía un poder tranquilizador casi hipnótico cuando lo deseaba. El susto se desvaneció de los ojos
de ella, y sus agitados rasgosvolvieron a su habitual estado. Se sentó en la silla que él le indicaba.
– Si lo tomo, debo conocer todos sus detalles –dijo él–. Tómese tiempo para considerarlo. El
punto más pequeño puede ser esencial. ¿Dice usted que el hombre llegó hace diez días, y le pagó
una quincena de pensión y alimentación?
– Preguntó mis condiciones, señor Holmes. Dije que cincuenta chelines por semana. Hay unpequeño gabinete y una alcoba, todo completo, en lo más alto de la casa.
– ¿Y bien?
– Dijo: «Le pagaré cinco libras por semana si lo puedo tener en mis propios términos.» Yo soy
pobre, señor Holmes, y mi marido gana poco, y el dinero es muy importante para mí. Sacó un billete
de diez libras, y lo extendió hacia allí mismo. «Puede recibir lo mismo cada quincena durante mucho
tiempo si cumple miscondiciones», dijo. «Si no, no tendré que ver más con usted.»
– ¿Cuáles eran las condiciones?
– Pues bien, señor Holmes, que tenía que tener una llave de la casa. Eso estaba muy bien. Los
huéspedes muchas veces la tienen. También, que había que dejarle completamente solo, sin
molestarle nunca, bajo ninguna excusa.
– Nada extraño en eso, ¿verdad?
– De un modo razonable, no, señor. Pero estoestá fuera de toda razón. Lleva allí diez días y ni
mi marido, ni yo, ni la chica le hemos puesto los ojos encima una sola vez. Podemos oír sus rápidos
pasos dando vueltas de un lado para otro, por la noche, de madrugada, a mediodía; pero, salvo esa
primera noche, nunca ha salido de la casa ni una vez.
– Ah, salió la primera anoche, ¿no?
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El círculo rojo
– Sí, señor, y volvió muy...
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