Documento

Contenido Introducción “Paisaje desde un parabrisas” Ámbito territorial de la sierra de Zongolica La importancia de los árboles en los paisajes de la sierra Desarrollo y sustentabilidad de la sierra La importancia de la gente en la conservación de su naturaleza y su cultura Créditos Agradecimientos

Introducción “Cuando menos había vivido que hay más modelos de civilización; lo cual es uno delos comienzos de la verdadera civilización, y de la cortesía”. Susan Sontag1 Esta idea da la pauta para tratar de representar la íntima relación entre la naturaleza, las diversas formas de producción y la cultura2 en los paisajes de la Sierra de Zongolica, en el estado mexicano de Veracruz, y cómo muchos habitantes urbanos ignoramos e incluso contribuimos a destruir modelos civilizatoriosdistintos a los nuestros y mucho más antiguos. Por décadas, algunos sectores gubernamentales y empresariales han promovido el crecimiento económico como sinónimo de bienestar, poniendo en peligro la riqueza natural, productiva y cultural de muchos territorios rurales como la sierra de Zongolica. No obstante “…hay más que unas cuantas personas que se sienten fortalecidas y consoladas si su sentido de larealidad se ratifica y se transfigura por medio del arte”1, en este caso, el arte de crear y recrear naturaleza y cultura.
1Susan Sontag. (2007). Cuestión de énfasis. Editorial ALFAGUARA, Colombia; 389 pp. 2Víctor M. Toledo. (1992). What is Ethnoecology? Origins, scope and implications of a rising discipline.

ETNOECOLÓGICA, 1:5-21

“Dijo Mahoma: Si la montaña no viene a ti, ve tú a lamontaña. Y aquí vengo, sentado en el autobús al encuentro no de una montaña, sino de cientos de ellas apretujadas en la serranía de Zongolica; cadena montañosa de feraz belleza, ubicada en la parte oriental de la geografía mexicana”.

“A mi lado, en el asiento número tres, una anciana tan vieja como la tierra misma, disfruta el privilegio de la ventanilla y observa con detenimiento a una recua decarboneros que sale abruptamente a la carretera de una vereda escondida en el monte. No reconoce a nadie en la ojeada que le permite la velocidad del autobús. Parece decepcionada; se enfurruña un poco y cruza los brazos para mostrar su decepción y guardar el calor del cuerpo. Hace frío. Vestida a la manera de los naturales, la vieja se da maña para proporcionarse abrigo; debajo de falda tradicional;negra, de lana vasta y larga hasta el tobillo, se asoman las piernas de un pantalón deportivo de franela; arriba es imposible distinguirle la blusa, arrebujada en un rebozo negro con el que ahora se cubre también la cabeza”.

“El autobús rueda los últimos kilómetros del valle de Orizaba. Enfrente se alzan las montañas cerrando el paso. Forman una pared altísima y parece imposible franquearlas.Volteo a mirar con inquietud al chofer del autobús, sentado a mi costado izquierdo, a un par de pasos míos; pero el tipo se muestra indiferente ante los colosos que se levantan delante de nosotros”.

“Tiene razón, cuando la colisión parece inminente, la carretera serpentea por una estrecha garganta, deja atrás el valle, corriendo por un instante al lado de un río de caudal verdoso. Las montañasaquí parecen terriblemente próximas, sus moles casi se tocan con las manos, y arriba el cielo se estrecha con desasosiego. Después de una curva se encuentra el último pueblo de terreno plano, cercado por cerros en los cuatro costados”.

“Desde mi asiento número tres admiro el paisaje dibujado a través del parabrisas, con el nítido contorno de la primera y enorme montaña delante de los ojos, yla carretera que le trepa, como un rasgón en la falda, con una hilera de autos subiendo por su costado. Los vehículos parecen de juguete y se pierden después de una cerrada curva que se adivina muchos metros arriba”.

“Después del pueblo empezamos a montar por esa cuesta que ya hemos visto dibujada desde abajo. Es muy pronunciada. El motor del autobús suelta un quejido pero sube sin...